Por Sergio Martínez Várguez
La pandemia del Covid-19 nos invita a celebrar la Navidad de otro modo y a caer en la cuenta de cuál es nuestra razón de existir, por qué y para qué vivimos, qué sentido tiene el vivir; que a fin de cuentas es solamente un rato, afirma el sacerdote jesuita Juan Dingler Celada, encargado de la Iglesia de la Tercera Orden, el Jesús.
—Somos invitados a la vida humana para vivirla con plenitud y solamente viviremos en plenitud si hacemos lo que hace Jesús. Jesús brota para nosotros, se comparte a nosotros y nos invita a ser personas compartidas para todo mundo —expresa.
El cura abre las puertas de su hogar en el barrio de La Mejorada a El Cronista Yucatán. El lugar donde recibe visitas es un tipo de confesionario en la sala de su casa, pero adaptado a la época del Covid-19: consta de dos sillas, en medio una mesa y encima una placa de acrílico como protección.
—Hay sana distancia, y veo que traes cubrebocas. Algunos no lo traen —dijo al entrevistador y bajó la placa de acrílico de la mesa.
Su voz es fuerte y ancha: parece ausentarse con el ruido de los coches, pero enseguida vuelve para responder a las preguntas. El techo de la casa es alto, de modo que uno se siente como si se estuviese en una pequeña capilla, platicando antes de que comience la misa.
—Para usted, padre Dingler, ¿qué es la navidad?
—La Navidad para mí es el misterio más grande que podemos tener alrededor de nosotros, más allá de la vida, más allá del por qué vivimos, más allá del mismo misterio de la Navidad: la venida de Dios con nosotros. No entendemos nada y no es más que un misterio grandísimo. Profundamente lo creo. Dios que se hace como uno de nosotros. Si me preguntas por qué, para qué, es porque Él lo quiso así: Dios.
—¿Cómo cree que se debería de celebrar la Navidad?
—Con asombro y con mucha dignidad ante este misterio de Dios, que se encarna, de Dios que se empieza a encarnar en María por obra del Espíritu Santo. Esto no deja de ser un misterio, porque es una chamaca, allá de un pueblo, normal, tranquila. A veces creo que hemos hecho a María como la necesidad de la encarnación, como si no haya ninguna equivocación humana y sacamos a María de contexto. Ella es una muchacha de un pueblo que recibe un aviso, eso dice la leyenda, y la Biblia, pero personalmente pienso que es una mujer sencilla, humilde, que Dios escogió para encarnarse. Una encarnación en su misma creación, porque eso somos todos. Todos existimos en él y todos somos en él, no tenemos existencia que podamos decir esta es “mía”.
El ambiente como de capilla se acentúa por las imágenes religiosas distribuidas por la sala. Detrás del sacerdote jesuita, hay una gran cruz. Juan Dingler viste guayabera blanca y pantalón negro. El cubrebocas es negro, por eso resalta mucho. A cada pregunta, el entrevistado cambia de posición para sentarse.
—En nuestro contexto, la pandemia de Covid-19, llega la Navidad y vemos que hay más aglomeraciones, salen más las personas, hay más fiestas, posadas. Antes esto, ¿cuáles son las cosas buenas que nos trae la Navidad en estás épocas pandémicas?
—Tenemos más tiempo de verdad para celebrar la Navidad, para estar con la familia, papá, mamá, con hijos, o sea, sin grandes aglomeraciones, porque no se puede ni se debería. Ahora hay la posibilidad de una actividad familiar y de tener más tiempo para poder pensar en ese misterio y preguntarnos por qué el Señor nos quiere y nos ama así. ¿En mi vida vivo ese cariño de Dios? ¿Lo vivo como algo sagrado y real? Porque el nacimiento de Jesús es más real que yo mismo esté presente contigo. Desde siempre está asignado en la Eternidad de que iba a ser así. Porque en Dios no hay cambios. Dios es uno. Dios es. No existen variaciones. En nosotros sí, por el lenguaje que usamos. Siempre hablamos de Dios con nuestro lenguaje humano.
—Si salimos y no seguimos los protocolos nos arriesgamos a estar pronto allá arriba con Él, en el cielo. Entonces no tiene sentido. Hay que aprovechar lo que tenemos; ya que tenemos la pandemia hay que aprovecharla, pero en familia y juntos. No debemos de estar ansiosos de repetir y repetir lo que hemos recibido culturalmente de cómo debe ser la Navidad. Puede que nosotros la podamos cambiar y sea muchas cosas, un modo de relación entre personas.
—Las misas, los horarios, los protocoles, ¿cómo se llevarán a cabo estas el 24 de diciembre?
—Te diré lo que haré. Voy a ir a Santa Isabel y a Santa Inés, dentro del protocolo. No llega mucha gente, no creas que está llegando mucha gente en estos días y lugares. Aquí en El Jesús el 25 celebro misa a las 12:00 y llegan unas 30 personas. En realidad, voy a celebrar misa para esas personas y celebrarla junto con ellos. No sé de otras capillas.
—Actualmente, ¿cómo ve la relación de los jóvenes con la navidad?
—Ay, hermano, le preguntas a un abuelo como yo. No sabría decirte con exactitud. Creo que para los jóvenes como que la Navidad es más una razón de festejo, más que un rato de intimidad, de oración, de estar con la familia. A ellos les gusta festejar, hacer un gran alboroto, un gran esto y un gran lo otro. Creo que algunos lo harán, porque los jóvenes no tienen tanto miedo del Covid. Yo tampoco le tengo miedo; soy viejo y ya mero voy a cumplir 80 años. No le tengo miedo, pero me cuido. Los jóvenes deberían cuidar a su gente. Creo que eso podrían hacer ellos.
Al decir “no le tengo miedo” Juan Dingler se endereza y parece querer como levantarse, para enfatizar lo dicho. Pero no lo hace.
—¿Quisiera compartir algún mensaje o significado final?
—Una cosa muy sencilla, creo que esta Navidad puede ser como romper un círculo que hemos venido trayendo desde hace muchos siglos. Un círculo de cómo celebrar esta fiesta. No pensar en nuestra vida solo para nosotros, de cómo me va a ir mejor, sino cómo nos va mejor a todos, y eso Jesús nos lo enseña. Él viene a decirnos “¡Oigan, oigan el camino no es el egoísmo y el yo, ni el cultivo de la personalidad, sino el cultivo de todos!”. Que haya paz, felicidad, gusto para todas las personas, no solamente para unas cuantas. Ya lo vemos, por ejemplo, en la medicina. En México hay miles de difuntos. Aquí sucede que los que tienen mucho dinero para pagar la medicina no se mueren, sino que salen del hospital. ¿Quiénes son los que se mueren? los que no tienen para pagar la medicina que se necesita. Algunos centros de salud la ofrecen y algunos no, pero porque no tienen la capacidad ni los recursos. No critico a los centros de salud. Critico al sistema de salud de mi país, que es muy triste.