Armando Manzanero y el sol del Sur de Mérida

Develan autoridades su busto y la calle 60 Sur con Circuito Colonias ahora lleva su nombre. ¿Dónde quedó La Flor del Bosque? «Me rasqué la cabeza pensando dónde estaba»: Renán Barrera

Por Rafael Gómez Chi

Mérida, Yucatán, 7 de octubre de 2021.- Armando Manzanero sonríe a perpetuidad de cara al sol en el Sur de Mérida.

—¿Usted recuerda dónde estuvo La Flor del Bosque? —pregunta un municipal al cronista, limpiándose el sudor de la frente. El calor matutino es motivo de anécdotas del compositor en el protocolo de la develación de su busto en la 60 Sur con Circuito Colonias.

—Como decía el maestro Manzanero, el clima de Yucatán es muy agradable, fresco, lo que pasa es que por el calor no lo sientes —habría de recordar el director de Cultura, Irving Berlín Villafaña, a este reportero.

Volvamos al encuentro con la geografía urbana y de La Flor del Bosque, aquel tendejón al que solía ir el maestro por las compras, no hay ni rastro físico alguno, sólo la evocación de la memoria, como Nunca en el mundo, su primer sencillo propio fechado en 1959.

—De chicos hicimos muchas diabluras y travesuras por este rumbo —dijo Ena Manzanero Canché, hermana del compositor cuya efigie ha quedado para la posteridad en un rumbo por el que no hay muchas efigies de hombres y mujeres ilustres, de modo que la del autor de Somos novios simula una rareza como la de hallar una aguja en un pajar.

Ni el alcalde Renán Barrera Concha, con los años de Presidente Municipal, supo donde quedaba La Flor del Bosque cuando Manzanero eligió la calle que habría de llevar su nombre.

—Cuando me lo dijo el año pasado solo me rasqué la cabeza pensando donde era eso y él mismo me dijo que cuando volviera a Mérida me lo diría —contó Renán.

Pero Manzanero no regresó, al menos físicamente. La pandemia se lo llevó como a muchos otros, pero a él no del todo. Ahora la calle 60 Sur se llama Armando Manzanero y así lo atestigua la nomenclatura de la zona.

Los Juglares entonan con la emoción del momento temas del maestro. Contigo aprendí y Yo sé que volverás son canciones que dramatizan con un nudo en la garganta dos policías municipales mientras dirigen el tráfico de Circuito Colonias. Entre los invitados, el tarareo de las letras es evidente debajo de los cubrebocas y de todos, sólo el poeta y compositor Luis Pérez Sabido permanece estoico.

El maestro Pérez Sabido lee su tríptico poético Para Armando Manzanero con la emoción de recordar que un día le puso música a uno de sus poemas. Después de tu partida, hoy vuelves a tus lares/al sitio que es testigo de tu primera luz/donde estuvo enclavada la casa en que naciste/junto a La Flor del Bosque de la 60 Sur.

A las edecanes el cronista las admira no por lo bellas sino por el aguante. Ni un militar se habría visto tan riguroso detrás de la máscara de acrílico y el bochorno otoñal de Mérida, mientras los discursos van y vienen, como el espeso sudor que chorrea por las espaldas de los asistentes.

Pérez Sabido da muestra de su habilidad poética. Muy pequeño nació, se hizo leyenda/su abuela lo acunó entre la ceniza/de su padre heredó la trova buena/de su madre los bailes y la risa.

El alcalde también habría de evocar la rareza de hombres como Manzanero. “Pocos son aquellos que han nacido con el don de la inspiración en el corazón y el maestro no sólo lo tuvo, sino que lo compartió siempre en las más de 400 canciones que compuso”.

Armando Manzanero ha quedado, pues, en la posteridad de la imagen esculpida por Reynaldo Bolio Suárez Paccelli y de La Flor del Bosque solo nos queda, otra vez, el nombre y un recuerdo de aquel niño que iba en la parrilla de la bicicleta de su padre cuando lo llevaba a los ensayos de la Orquesta Típica de Yucalpetén sin saber aún de su destino.