De aquella Mérida del siglo XVI ya no queda casi nada

julio 27, 2021

Un recorrido por el Centro Histórico y por los archivos da cuenta de cómo el entorno arquitectónico inicial ha cambiado mucho más de lo que pensamos

Por Rafael Gómez Chi

Mérida, Yucatán, 27 de julio de 2021.- De aquellos primeros edificios y construcciones de la Mérida que los españoles fundaron en siglo XVI ya casi no queda nada. Y lo que aún existe en la actualidad se encuentra muy transformado, diríase radicalmente diferente a lo que debieron ser en aquellos años que van de 1542 a 1600.

La Mérida del siglo XVI era muy pequeña. Sólo se encontraba delimitada por dos complejos, la Plaza Principal, donde tenían su asiento los conquistadores, y la Ciudadela de San Benito. Pero aún de la Plaza Grande nos queda muy poco, ya que la Catedral que hoy vemos magnificente no estaba concluida y la casa de Francisco de Montejo si bien tenía esa fachada estilo plateresco, el interior no era el de ahora, ni siquiera la casona que antecede a la institución bancaria de cristal y acero.

Hay que hacer notar que de acuerdo con la historiografía, la arquitectura inicial en Mérida fue de dos tipos, principalmente, la religiosa y la política. La civil fue cuestión de casas con solares que hoy ya no existen. Sólo nos ha quedado la portada de la Casa de Montejo, que fue residencia del adelantado Francisco de Montejo.

Quizá lo que mejor se encuentre mejor conservado que data de esas fechas sea la capilla de lo que fue el Hospital de Nuestra Señora del Rosario, que primero fue el Hospital de los Juaninos, pero que ahora es sólo una bodega. Dicha capilla se erigió en 1552, a sólo diez años de la fundación de la ciudad.

Imaginemos un recorrido en el tiempo y apuntemos cronológicamente los edificios que fueron poblando la ciudad. Después de la capilla, en 1555 se construyó el Palacio de Gobierno o Casas Reales, pero el edificio original desapareció desde el siglo XIX.

Posteriormente, en 1575 se edificó el Templo de Santa Lucía y en 1596 el famoso Convento de Las Monjas.

A la fecha se conserva parte del edificio que conocemos popularmente como Las Monjas, inaugurado a fines del siglo XVI en lo que hoy es el cruce de las calles 64 con 63 y que fue ocupado por las monjas concepcionistas. El templo está dedicado a Nuestra Señora de la Consolación y sobre la parte superior de la nave existe todavía un mirador con su arquería de reminiscencias mudéjares que no ha cambiado en nada.

El Colegio de las Monjas Concepcionistas fue construido entre 1590 y 1596 con las donaciones de Fernando San Martín y Antonio de Voz Mediano.

La conclusión de la Catedral de Mérida data de 1598. Según el historiador Miguel Américo Bretos, se considera la primera construcción catedralicia de América, y su edificación fue iniciada en 1561 por el maestro Pedro de Aulestia, y la concluyó el arquitecto Juan Miguel de Agüero hacia 1598. Fue dedicada a San Ildefonso como patrón protector de la ciudad y su estructura es una muestra del estilo renacentista ejecutado con elegancia y sobriedad. Se desconoce al creador arquitectónico del templo, pero se especula que pudo haber sido Alonso de Vandelvira, por los techos enrejados que contiene.

Cabe anotar que fuera de los templos citados, el de San Juan de Dios o Capilla de Nuestra Señora del Rosario, la Catedral y Monjas, los demás fueron edificados en los siglos que van del XVII al XVIII e incluso unos en el XIX.

Además, nos queda una reminiscencia de lo que fue la Tesorería Real en el cruce de las calles 58 con 65 y El Palacio Episcopal (hoy llamado Ateneo), pero por el lado de la calle 58, pues ahí, donde ahora funciona una lencería y una corsetería, si uno alza la vista podrá ver aún detalles de cómo fue en el siglo XVI, la ciudad.

De todo lo demás, si bien pertenece a la Colonia, nada es del siglo XVI, todo es más bien de los siglos XVII y XVIII. Así por ejemplo, tenemos que en 1609 se hizo el Templo La Candelaria en las calles 64 con 67; y en 1618 se hizo el edificio de San Francisco Javier, que es ahora el edificio central de la Universidad Autónoma de Yucatán, y ya no es aquella solemne mole de piedra, sino que ha sido modificado en muchas de sus partes, tanto en el interior como en el exterior.

Y otra cosa, aunque los arcos que quedan nos parezcan muy viejos, lo cierto es que datan del siglo XVII, fueron parte de un proyecto de amurallar Mérida, pero eso no fructificó. Los arcos iban a ser puertas con vigías y sólo quedan los llamados Arcos del Puente y de Dragones, muy cerca de la plaza de La Mejorada, y el de San Juan, al sur. Están fechados en 1690, año de la casa de Faustino Brunet que fue El Olimpo y que fue demolido en la década de los setenta del siglo pasado.

Según el Archivo Municipal, después de fundarse la ciudad de Mérida, fueron otorgados solares a las diferentes instituciones y a los conquistadores para la construcción de sus edificios sedes y habitaciones pero pasada la euforia por el éxito de la campaña que logró la pacificación de las regiones reacias a la conquista y después de la fundación de la capital de Yucatán, los españoles se encontraron ante la necesidad de retener y aumentar la población del nuevo asentamiento a fin de garantizar su permanencia.

Mérida fue fundada con poco más de cien vecinos, muchos de los cuales al descubrir que los escasos recursos de la región no respondían a sus expectativas económicas, trataron de abandonar la ciudad en busca de riquezas en otros lugares.

A ello se sumaba el clima extremadamente cálido, la carestía de los productos que llegaban a la provincia, la falta de costumbre a los alimentos, el cansancio por la guerra de conquista. Por esos motivos numerosos vecinos empezaron a abandonar la ciudad, lo que alarmó a las autoridades y para evitar el despoblamiento de Mérida, se propuso al Cabildo en diciembre de 1542, solicitar al teniente gobernador, las veces que fuera necesario, no otorgar licencias para que los conquistadores abandonaran la provincia.

En el siglo XVI, los límites oficiales de la ciudad se extendían tres cuadras hacia el norte y cuatro en dirección este y oeste. Muy novedosa debió ser la ciudad de Mérida en el siglo XVI, pues era el fruto de dos culturas diametralmente opuestas. De la misma manera que Montejo, los otros conquistadores fueron construyendo sus moradas de mampostería con azoteas de vigas de madera y terrados y espesos balcones con barrotes de madera que junto con toda la carpintería, fueron pintados de verde.

Según esa misma fuente, la historia arquitectónica de la capital puede dividirse en cinco períodos: colonial, porfiriato, post-revolucionario, moderno y contemporáneo.

Respecto del período colonial (1542 hasta el segundo tercio del siglo XIX), que es lo que nos interesa, en sus comienzos en 1542, se apegó a las normas de urbanidad de esa época en España.

En aquellos tiempos, el espacio se organizó de manera jerárquica a través de secciones con diferente función: plaza, catedral, obispado, casas reales, residencia del conquistador, residencia de los vecinos; mientras más cerca de la traza inicial mayor jerarquía.

Las características principales de dichas construcciones arquitectónicas son un volumen prismático simple; acabados sin regla de cal bruñida o acabado de rajuela de piedra, gárgolas de piedra tallada para desalojo de aguas pluviales, arcos de medio punto.

También poseían columnas toscanas y en algunos casos con capiteles tipo románico, con balcones ajimesados o al ras del muro con barrotes de madera; tenían remates de pináculos y almenas y en las esquinas cruces o elementos de cantera o argamasa; las cornisas eran de piedra con molduras sencillas.

Y el Archivo Municipal cataloga como construcciones representativas del siglo XVI el Convento Franciscano, la iglesia de San Juan de Dios, la de Santa Lucía, la Casa de Montejo y la Catedral.

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