El reencuentro de un cronista con la nota roja

febrero 1, 2023

Un trailer, dos automóviles compactos y una camioneta involucrados en un siniestro en el Anillo Periférico entre las calles 42 y 50 sur, hacen de la policiaca la nota del día

Por Rafael Gómez Chi

Mérida, Yucatán, 1 de febrero de 2023.- Exprimía una sábana cuando escuché el chirrido de las llantas y enseguida el golpe, seco, como de un trueno. Vivo a pocos metros del Anillo Periférico de modo que mi reacción fue salir corriendo a mirar. El tráfico hacia la calle 50, en el sur de la ciudad, estaba lento, casi detenido y no se veía ningún siniestro.

Me asomé en la esquina. El fuerte olor a llantas quemadas me confirmó el presagio. Un trailer hacía maniobras para darse a la fuga dejando tres vehículos con severos daños materiales, uno de ellos con pérdida total fue a dar al otro extremo, casi en la calle lateral del Fraccionamiento del Sur.

Regresé por mi teléfono celular pensando en la oportunidad de las fotografías. Me dedico al periodismo desde hace 32 años, pero desde hace unos quince años que no cubro nota roja, de modo que me fui acercando con precaución, con una especie de nerviosismo pensando si había gente muerta en ese siniestro. Recordaba las lecciones de un periodista que me enseñó que la nota roja vale la pena cuando alguien muere, es decir, la tragedia vende. ¡Y vaya que vende!

Me acerqué y aquel hombre tenía la mirada fija en ningún lugar. Estaba sentado en la banqueta con una herida grave en la frente, pero parecía no tener conciencia de lo que ocurría. Alcé el teléfono, ajuste la cámara y tomé unas fotos. Volteé hacia el vehículo que conducía aquel sujeto, un Ford Ikon rojo destrozado en el frente pero sin daños en la parte trasera.

Curioso, cual gato que examina un ratón que acaba de atrapar, me asomé al interior del Ford para ver si no había alguien más. Mi mente jugaba conmigo, atemorizándome, pero no había nadie.

En el otro extremo, es decir, en el carril interno, del lado de la hondonada que divide las vías del Periférico, una camioneta que no identifiqué la marca y un Nissan Versa daban cuenta de una carambola. En la camioneta viajaban varios trabajadores y uno de ellos, temblando, sin dar crédito luego de haber salido ileso, me dijo que había sido el conductor del trailer el que había ocasionado todo y por la velocidad a la que iba no le había dado tiempo de frenar.

En el asiento trasero del Versa viajaba una mujer que los paramédicos y los bomberos de la Secretaría de Seguridad Pública sacaron, colocaron en una camilla y subieron a una ambulancia. Entonces, a pesar del impacto, nadie había fallecido en el sitio, aunque la escena, si me lo permiten, era dantesca.

El siniestro ocurrió alrededor poco antes de las siete de la noche. A los pocos minutos la escena ya estaba llena de policías, paramédicos, bomberos y curiosos. Un taxista del Frente Único de Trabajadores del Volante que circulaba por el Periférico estacionó su vehículo y se bajó a auxiliar al hombre del Ikon.

—Yo siempre trato de ayudar y más ahora que lo veo grave —me contó. Unos jóvenes que viajaban en moto escuchaban al taxista y se sumaron a las anécdotas de cómo en ocasiones anteriores ellos también auxiliaron a alguien.

El tráfico en el Periférico estaba atascado. Dos hombres con lámparas portátiles ayudaban a los policías dirigiendo a los vehículos. Algunos conductores cruzaban sin precaución, desesperados, sin darse cuenta que el siniestro había ocurrido precisamente por eso, por la falta de cultura vial.

Los vecinos y la gente curiosa comentaba con el cronista que todo había sucedido porque a la policía se le había ocurrido colocar un retén en la calle 50 y no había puesto avisos en el puente de la calle 42, pero yo pensaba en que no todo es culpa de los agentes, sino en esa forma que tienen muchos de transitar por el Periférico, sin el más mínimo respeto por los límites de velocidad y sintiéndose dueños de la carretera.

Tomé unas fotos e hice una publicación en la página de El Cronista Yucatán en Facebook y lo compartí en un grupo de los tantos del WhatsApp y a los pocos minutos varios compañeros me llamaron preguntando si eso acababa de ocurrir. Con algunos bromeé que había sucedido por la mañana. ¡Claro que acababa de pasar, coño!

Pronto el sitio se llenó de reporteros de nota roja. “¡Vendo fotos! ¡Vendo fotos!”, les grité. Varios me pidieron algunas porque cuando arribaron al sitio ya se habían llevado a las personas heridas. Se las pasé con la advertencia de que me dieran crédito. Uno de los periodistas del periódico De Peso me dijo: «Va en portada, creo que es lo más fuerte de hoy».

Me retiré del sitio cuando las grúas se llevaron dos de los vehículos involucrados y sin saber si ya habían detenido al chofer del trailer que se dio a la fuga. Pensaba en el azar y más que nunca ratificaba que no se debe desear suerte a nadie por ningún motivo porque puede ser mala. También pensaba en el hombre y la mujer que se llevaron los paramédicos. Ojalá estén bien, me decía. Ojalá.

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