Felipe Carrillo Puerto, sus últimos momentos

Hace 98 años lo asesinaron en el Cementerio General de Mérida. Ofrenda floral y reclamos en su memoria

Por Rafael Gómez Chi

Mérida, Yucatán, 3 de enero de 2022.- Frente aquel muro de 11 metros de largo, tres metros de altura y 50 centímetros de grosor, de mampostería, sin revoco ni evidencia de alguna bala, el corazón se agita, el alma se duele y la garganta se anuda.

–¿Aquí asesinaron al prócer? –pregunta el cronista al trabajador municipal que asea el área, mientras la mujer que atiende la floristería los observa con el rabillo del ojo.

–Aquí fue –sentencia aquel hombre sin necesidad de aclarar quién es el prócer, pues sabe perfectamente que se trata de Felipe Carrillo Puerto, cuyo busto domina el horizonte desde un monumento que mandó poner el gobernador Bartolomé García Correa, un profesor umanense apodado “Box Pato”, con la leyenda “No abandonéis a mis indios”.

El cronista mira detenidamente aquel paredón. Una colonia de avispas zumba dentro de las piedras. En el canal de tierra al pie de la pared hay algunas plantas de las llamadas “lenguas de vaca” y al otro lado unas tumbas.

Por el lado donde fusilaron al Mártir del Proletariado Nacional no hay revoco, pero por el otro sí. El costado poniente, es decir, al otro lado de donde fusilaron al “Lincoln yucateco”, está pintado de blanco.

En el muro, justo en la zona donde cayó aquel que el escritor Joaquín Bestard Vázquez llamó un “tigre con ojos de jade”, hay una lápida de mármol con palabras del sociólogo argentino José Ingenieros, que expresa:

“Cuando la gratitud del pueblo levante un monumento en el mismo lugar donde Felipe Carrillo Puerto se desplomó para siempre, yo colocaré una lápida sincera, como lo fue él, que diga: A Felipe Carrillo Puerto. Su amigo.”.

La frase se publicó en la Revista Nosotros de la Argentina en el año de 1929, a raíz de la sentida muerte de nuestro apóstol rojo.

En la misma piedra de mármol de la frase de Ingenieros se añade: “La muerte sorprendió a tan distinguido socialista sin darle tiempo para satisfacer su anhelo, por eso la Liga Central de Resistencia del Partido Socialista del Sureste cumple hoy en su nombre con este homenaje póstumo: Bartolomé García Correa. 7 de julio de 1929.

Otra lápida, a pocos centímetros, dice: “Como homenaje de gratitud a la memoria del apóstol mártir Felipe Carrillo Puerto, dedica este humilde recuerdo la Liga de Agricultores Chilam Balam. Enero 3 de 1925.

Adelante está el dichoso busto con la frase “No abandonéis a mis indios”, pero no hay evidencia historiográfica que sostenga que el prócer dijo aquello. El historiador motuleño Faulo Sánchez Novelo apunta en su libro “La rebelión delahuertista en Yucatán” que “Felipe Carrillo Puerto no dijo una sola palabra” en el momento de su asesinato, de modo que la línea de marras probablemente se deba al vulgo en las historias postreras al crimen o al propio “Box Pato”, que, con dicha apostilla, trató de legitimarse con el socialismo carrillista, debido a que no era bien visto por los colaboradores cercanos al prócer.

Sobre el momento del asesinato, el historiador Emiliano Canto Mayén escribió en un artículo periodístico que en la madrugada del 3 de enero de 1924, “en el Cementerio General de Mérida, fueron fusilados Felipe y sus hermanos Edesio, Benjamín y Wilfrido, a Rafael Urquiza, capitán de la policía; Marciano Barrientos, oficial; Francisco Tejada, agente de la policía; Antonio Cortés, ayudante y chofer del gobernador; licenciado Manuel Berzunza, presidente municipal de Mérida; Pedro Ruiz, Cecilio Lázaro, Daniel Valerio y Julián Ramírez”.

Este historiador apunta que “al momento del fusilamiento de los antedichos, sabemos que Felipe Carrillo Puerto y Manuel Berzunza iban con las manos atadas y, como aún no amanecía, se tuvo que encender fósforos en los rostros de algunos de los ajusticiados para darles el llamado tiro de gracia”.

Al dirigirse al paredón Cecilio Lázaro dijo: “Señores, en estos momentos voy a morir inocente como lo ve la justicia y la luz de Dios. Y suplico que hagan el favor de entregarle a mi esposa este anillo”. Benjamín Carrillo Puerto se lamentó así: “¡Lo que más siento es a mi pobre madre! ¡Sus cuatro hijos menores! ¡Que no nos maten como cerdos, sino uno por uno! ¡Muchachos, no me tiren a la cara, sino aquí, al pecho!”.

Canto Mayén sostiene que el licenciado Berzunza, suplicó ser el último en ser fusilado y se le concedió esta última voluntad, pero Sánchez Novelo, en la obra citada, refiere que no se le cumplió el deseo.

El crimen ocurrió antes del alba. Fue a las 04:30 de la madrugada del 3 de enero de 1924 cuando a bordo de dos guaguas fueron llevados de la penitenciaría al Cementerio General. Según Sánchez Novelo tardaron 15 minutos en transportarlos desde la Penitenciaría hasta el Cementerio General, pero ni él ni ningún otro documento detalla por qué camino lo llevaron, si por la calle 59 hasta la calle 66 o por la que es ahora la Avenida Itzáes. En aquel tiempo la Avenida Itzáes no es lo que es ahora, por lo que lo más probable es que hayan sido llevados por la ruta anterior.

Canto Mayén relata que “luego de perpetuada la ejecución de los trece, se despojó a los cadáveres de sus zapatos y cobertores –seguramente fue una madrugada muy fría— y fueron expuestos en el depósito de cadáveres del Cementerio General. Las fotografías tomadas, en aquel entonces, de los cadáveres de Carrillo Puerto y los suyos, bastan por sí solas para denunciar esta matanza”.

El cronista visitó el sitio donde fueron expuestos. Ahora hay una exposición fotográfica y no hay rastro alguno de los momentos históricos que se vivieron en aquel tiempo.

Felipe Carrillo Puerto y sus hermanos y colaboradores tuvieron un juicio más rápido que el de Cristo. Inició en los últimos minutos del 2 de enero de 1924 y concluyó en los primeros del 3 de enero, antes del alba.

Juan Ricárdez Broca y Hermenegildo Rodríguez fueron los criminales intelectuales, pero el Consejo de Guerra que los sentenció estuvo conformado por el Coronel Juan Israel Aguirre, presidente; teniente coronel Rafael F. Zamorano, vocal primero propietario; suplentes coronel Angel González, teniente coronel Alvaro G. Hernández y mayor Luis Ramírez; Hernán López Trujillo, juez instructor militar; Ermilo Guzmán y coronel Vicente Coyt, agentes del ministerio público; Héctor López Vales, asesor; Domingo Berny Diego, defensor; Samuel Jiménez, secretario del juzgado.

El delito fue violación de las garantías individuales que otorga la Constitución General de la República y delitos graves contra la paz pública.

No hubo testigos ni nadie del pueblo, se les procesó con rapidez en un acto llevado a cabo en la Penitenciaría Juárez, en los pasillos, ni siquiera en los juzgados.

De acuerdo con Canto Mayén y Sánchez Novelo, cuando a Carrillo Puerto lo exhortaron para que denunciara a sus cómplices, contestó que no tenía ninguno, que él era el único responsable de lo que había ocurrido en Yucatán; cuando le preguntaron que si no deseaba un confesor, dijo que no tenía ninguna religión, y cuando le ofrecieron un notario para que hiciera su testamento, contestó que no necesitaba notario, puesto que no poseía ningunos bienes.

El prócer fue arrestado el 23 de diciembre, luego de encallar a bordo de la canoa “Manuelita” en Holbox, tras haber salido de Tizimín y El Cuyo, el 21 de diciembre de 1923 y enviados a Mérida.

Fue encerrado en la celda número 43 de la Galera Dos de la penitenciaría Benito Juárez.

La crujía se localiza al fondo de la galera, es la última. Nadie puede acceder a ella. El pasillo está cerrado con candado bajo custodia de la Secretaría de Administración y Finanzas. Para poder siquiera visitarla hay que hacer una petición por escrito dirigida a esa dependencia y a ver si le responden.

Ahí hay una placa que dice “Felipe Carrillo Puerto apóstol de bondad y cariño, predicó el amor, despreció la vida, la envidia y la maldad, gracias a la gloria eterna y a su inmortal memoria, su cautiverio glorificó esta celda. Diciembre 23 de 1923, 3 de enero de 1924”.

Hay un altar con una urna y el triángulo socialista que reza: “Trabajo a voluntad sin cadenas. Libertad respetando los derechos ajenos. Justicia en la plenitud de la concordia”.

En el Cementerio General de Mérida se localiza la “Rotonda de los socialistas yucatecos distinguidos”. El gobernador José María Iturralde Traconis la hizo construir y se inauguró el día 3 de enero de 1926 en el segundo aniversario de la muerte de Felipe Carrillo Puerto y compañeros.

Hay que hacer una anotación al respecto. Iturralde Traconis emuló a “Box Pato” con este monumento, pues ninguno de los colaboradores del prócer lo quería. El historiador Ben Fallaw cita en la “Historia General de Yucatán”, tomo quinto, que el diputado federal Miguel Cantón, uno de los principales asesores intelectuales de Carrillo Puerto, escribió una carta a la Ciudad de México diciendo que no podía tomar posesión porque la 28 Legislatura era inconstitucional debido a que “habían votado las mujeres”. Finalmente hacen Gobernador a Iturralde y termina el período del prócer.

En la rotonda hay una placa que dice: “A la memoria de mis inolvidables hijos Felipe, Edesio, Benjamín y Wilfrido asesinados el 3 de enero de 1924. Su madre Adela Puerto de Carrillo”.

Detrás de la cripta del prócer están sus demás hermanos, entre ellos Elvia y el ex gobernador Agustín franco Aguilar.

La historiografía relata que doña Adela Puerto no quiso ver los cuerpos masacrados de sus cuatro hijos y sólo diseñó la lápida de la tumba de Felipe, una losa de mármol blanco con un emblema triangular de mármol rojo del Partido Socialista del Sureste, con el lema “Tierra y Libertad”.

Adolfo de la Huerta se deslindó de lo ocurrido y culpó al general rebelde Hermenegildo Rodríguez, quien lo había consignado a la corte militar y ascendió a general a Ricárdez Broca. Pocos meses después, el coronel José Prevé Curbina, por órdenes de Luis N. Morones, ejecutó a Ricárdez en Puerto Cabello, Honduras, en venganza por la muerte de Carrillo Puerto.

Hoy las autoridades no dirigieron ningún discurso, solo depositaron una ofrenda floral mientras un hombre reclamaba por qué no hay ninguna alusión oficial a los demás fusilados ese día. Mientras lo hacía, el viento soplaba con un extraño frío húmedo propio de estas lajas.