«Ofrécele una cremita al gober…»

Mauricio Vila Dosal se detiene a comprar cremitas de coco en Progreso con «El Chelemero» y conversa con la familia sobre la economía en medio de la pandemia

Por Rafael Gómez Chi

Progreso, Yucatán, a 4 de mayo de 2021.—A ver, ¿qué es lo más rico aquí? —preguntó Mauricio Vila Dosal acercándose a la vitrina del puesto de Marcelo Sosa Pool, “el chelemero”.

—Todo lo que quiera, cremitas, pie de coco, napolitano… ¿qué va a probar? —dijo Margarita Huchim, nuera de Marcelo.

—Ofrécele una cremita al gober… —dijo Jesús Sosa Pinto, su hijo.

El calor de la una de la tarde animaba a comer algo fresco. La calle 80 del puerto casi no tenía tráfico, estaba, más bien, como en un inquietante sosiego que al cronista le hacía recordar un cuento de Revueltas en el que Dios había bajado a la tierra y la gente se había encerrado en sus casas.

Los hijos de Marcelo estaban como sorprendidos, pero Margarita no. Se le veía tranquila.

El gobernador se acercó por el lado de la acera, después de bajar de la camioneta y colocarse el cubrebocas blanco. Iba solo, con su asistente. La escolta, discreta, vigilaba a cierta distancia.

—¿Quién es el macizo acá? —preguntó.

—Dicen que yo, pero aquí mis hijos le pueden decir —respondió Marcelo. Chocaron los puños saludándose. Un automóvil cruzó la calle soleada.

Marcelo dejó que sus hijos Marcelo y Jesús y su nuera hablaran con Mauricio.

—Este negocio lo empezó mi esposa, pero como mis hijos se quedaron sin trabajo en la pandemia, pues vinieron a ayudarnos y se han quedado aquí. Nos están apoyando —relató el hombre.

—Yo voy a agradecer al gobierno este apoyo, no nos han dejado morir solos —terció.

Como Marcelo es pescador, aprovechó la presencia del Gobernador para pedirle más apoyos y agradecerle los que ya se otorgan en tiempos de veda. Además, le contó que uno de sus hijos, el más pequeño, sufrió un siniestro vial con su motocicleta y quedó con la cadera dañada. El hombre le planteó qué posibilidad hay de que lo apoyen.

Antes de responder, Vila le narró cómo él también sufrió un fuerte impacto jugando fútbol, por lo que tuvo que usar aparatos ortopédicos y tratamiento para quedar bien. “Te voy a ayudar”, contestó y pidió a su asistente que tome los datos.

Jesús sacó una cremita de la nevera y se la dio al mandatario. Tomó la cremita, se retiró el cubrebocas y la probó. Metió la cuchara al fondo del vasito y sacó una buena porción.

—Está delicioso —dijo—. ¿Y tú qué vas a querer? —dijo al cronista.

—Yo un agua de coco, ¿hay agua de coco? —pidió el periodista.

—¡Claro que sí! —dijo Marcelo hijo y sacó un coco de la otra nevera.

—Oye pero mejor prueba esto, dale una cremita a este chavo —pidió. El cronista ya tenía un coco y una cremita en las manos además de su infaltable libretita de apuntes y el lapicero, de modo que parecía funambulista de crucero.

Marcelo le contó a Vila Dosal que ya tienen un buen rato vendiendo los postres. Comenzaron en Chelem y se trasladaron a Progreso hace unos 10 ó 12 años. “Empezamos a vender en el puente, al programarse la construcción nos aventaron más acá, pero se hizo una gasolinera y nos mandaron aquí. Aquí ya cumplimos 4 años”.

—¡Qué delicioso está esto! —volvió a decir Vila. Dos mujeres, María y Leticia, se pararon a cierta distancia.

—Buenas tardes señora, ¿en qué le puedo servir? ¿No gusta una cremita? Están riquísimas, pruébelas —dijo el Gobernador. La señora María se quitó la pena y le pidió una fotografía.

—¡Ah, pero tiene que probar algo! —le dijo. Posaron con el Gobernador y luego eligieron, cada una, sendos pedazos de pie con mucho merengue de coco.

Dos mujeres más se acercaron.

—Gobernador —le llamaron.

—Hola, buenas tardes, ¿en qué podemos ayudarlas?

—En nada… sólo queremos una foto con usted…

Posaron sonrientes. Otro auto cruzó. Vila pidió a la familia que posara para las fotografías. “A las suben a su féisbuc”, dijo.

—Pues me dio mucho gusto platicar con ustedes y ver que están saliendo adelante. Los vamos a apoyar, no se preocupen —dijo el Gobernador a la familia. Enseguida preguntó cuánto debía y sacó la cartera para pagar los postres.

—Hago préstamos —le dijo el cronista cuando lo miró contar el dinero. Pero sí le alcanzó para el estipendio.

Se despidió y se fue. Marcelo se quedó hablando con el periodista y el joven Roberto, del equipo de prensa que acompaña al mandatario.

—Esta pandemia nos pasó a torcer de plano, los tres tenían su empleo, aunque sea poco, pero lo tenían. La pandemia nos perjudicó porque nos dejó sin empleo, pero lo bueno, lo positivo, es que nos alcanzamos a unir más todavía, estamos unidos.

Los hijos del “chelemero” trabajaban vendiendo recuerdos a los cruceristas, pero el Covid-19 golpeó severamente al turismo, de modo que se suspendieron las llegadas de los buques por varios meses. Y así perdieron sus trabajos.

—¿Y cómo le va con esto? ¿Cómo ve el año?

—No es la gran cosa que saquemos vendiendo, pero nos da. En realidad veo que este año no ha mejorado como se dice, Progreso es un puerto que tiene cierto recurso, se maneja bien, y este año está pintando un poco más, el anterior de plano nos dejó mal —dijo Marcelo.

Jesús Sosa Pinto comentó que se dedicaban al turismo, “pero cerraron las navieras y tiene casi año y medio que nos quedamos sin trabajo, como es negocio familiar nos estamos echando la mano, buscamos empleo, pero las empresas no están contratando”.

—Somos tres y uno tiene que heredar el puesto. Nos esforzamos a los dulces, tratamos de sacar la mejor calidad, que la gente nos siga recomendando.

—¿Qué te pareció que el Gobernador se haya detenido a comer una cremita?

—Bastante bien, es emocionante ver visitas como él aquí, el apoyo que brinda, que nos sigan echando la mano como lo han hecho hasta ahora.

Un auto se detuvo junto al puesto. Rauda, Margarita fue a ver qué se les ofrecía.