Por Raúl Asís Monforte González
Mérida, Yucatán, a 30 de marzo de 2021.- Con frecuencia, en reuniones del sector energía en donde coincidimos profesionales de la generación de energía limpia simultáneamente con promotores de la eficiencia energética, ocurre que éstos últimos se pronuncian por limitar el desarrollo de proyectos de generación, hasta no haber llevado a cabo acciones de eficiencia energética, haber obtenido resultados y hasta después de eso, implementar sistemas de generación de energía limpia.
De un primer vistazo, esto suena razonable, ya que no tendría sentido invertir en generar una cierta cantidad de energía, por muy limpia y barata que esta sea, si va a desperdiciarse. Por lo general coincido con esta idea, y cada vez que tengo oportunidad insisto en que las facilidades con que hoy contamos para generar energía con sistemas de paneles solares, no debe ser un pretexto para dilapidar los recursos energéticos.
Conviene además distinguir entre dos conceptos muy similares. La eficiencia energética es una práctica cuyo objetivo es reducir el consumo de energía, haciendo un uso eficiente de la misma, en cambio la conservación de la energía se refiere a eliminar el derroche que es producto de una operación dispendiosa.
En los edificios, las oportunidades tanto de eficientar como de conservar energía pueden ser muy variadas y amplias. Unas dependen del diseño mismo del edificio, conceptos que trata con amplitud la especialidad de la arquitectura bioclimática. Adaptar y reacondicionar edificios para incorporar medidas pasivas que favorezcan el control de la temperatura, la humedad, la ventilación y la iluminación natural, puede demandar intervenciones muy tardadas y costosas, lo mismo que adicionar equipos y sistemas de automatización y control, algunos de ellos con la utilización de inteligencia artificial, que pueden resultar muy efectivos para alcanzar ahorros en el consumo energético.
Pero su complejidad y costos, contra la incertidumbre acerca de la verdadera efectividad que pueden tener estas medidas, ha hecho que las personas se rehusen a adoptar muchas de estas propuestas atrevidas. Y entonces optan por recurrir a recomendaciones conductuales, de baja o nula intervención física, y también de muy bajo costo, como la concientización para apagar los aparatos o la iluminación que no se estén utilizando, establecer la temperatura del aire acondicionado en niveles de confort mas no de frío, u otras actividades que dependen del convencimiento personal y la disposición a obedecer las reglas.
El problema estriba en que estas pequeñas mejoras incrementales, dependientes exclusivamente del cambio de hábitos de conducta, en el mejor de los casos pueden alcanzar ahorros de entre un 2% y un 7%. Además, con el paso del tiempo, el compromiso se debilita y puede perderse, no olvidemos lo que duran los propósitos de cada nuevo año.
Por otro lado, los sistemas de generación han demostrado su efectividad expedita, se realiza la inversión, se instalan los paneles solares, y de inmediato el recibo baja a cero o en el porcentaje que uno desee. Siempre y cuando se recurra a una empresa seria, cumplida y profesional, el ahorro pronosticado ocurrirá sin dudarlo.
Por consiguiente, creo que no conviene condicionar la generación, a la obtención de resultados de eficiencia, pero también reconozco la necesidad de no rendirse ante la mayor incertidumbre y dificultad para convencer de las medidas de eficiencia y conservación. Ambas acciones deben recorrer la hoja de ruta de manera simultánea. La urgencia por resolver la crisis climática que agobia a la humanidad, requiere que se incremente la ambición de las acciones, y la velocidad de su implementación, por eso no queda lugar para estar estableciendo turnos. Mas bien pienso que ninguna de las dos medidas debe de anteponerse a la otra, se trata de dos magníficas aliadas, que deben de darse la mano, y caminar juntas.
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