Ciudadanos

Una crónica-opinión de lo que aconteció el pasado domingo en la marcha-protesta por la reforma electoral que pretende el Presidente Andrés Manuel López Obrador

Por David Santiago Tovilla

Mérida, Yucatán, 15 de noviembre de 2022.- A las ocho y media de la mañana, Ana y Daniel preparan, juntos, el desayuno.«Reorganizaste tus tiempos» comenta él. «Sí. Debemos salir a las nueve» responde ella. Ana acostumbra a irse mucho antes al trabajo por la espera del camión y el traslado. Por lo general, sale de su casa a las 11:30 para entrar a las 1:00.

«Decidiste ir a la marcha, aunque, hoy, domingo, trabajas» agrega Daniel. «Me da tiempo. Justo para cumplir. De donde vamos, se hace menos tiempo», asegura ella. «Nos apresuremos» dice él.

Un poco después de las nueve, la pareja aborda el transporte público.  Observan a un cuarteto de mujeres veinteañeras, con botellas de agua, gorra, tenis y playeras o blusas de manga larga. Entre ellos, cruzan una mirada cómplice. En una parada, sube un hombre de la tercera edad. También lleva una gorra, un paliacate al cuello.

Desde cuadras antes, la unidad móvil empieza su andar lento. El tráfico está complicado. Llegan al Parque en frente del que se encuentran las oficinas del Instituto Nacional Electoral (INE). Del transporte colectivo bajan las mujeres, el hombre y la pareja: siete personas más que se integran a la ya muchedumbre.

El sitio está abarrotado. No dejan de llegar. Son ciudadanos. La mayoría lleva compañía. Familias enteras que van hasta con sus mascotas. Llegan para formar, en principio, una cadena humana alrededor del edificio del INE, esa institución que ha permitido a los mexicanos expresarse y vivir la alternancia democrática.  El mismo instituto que garantizó las elecciones y recogió la voluntad ciudadana para otorgar el triunfo al PAN, en 2000 y 2006; al PRI, en 2012; y a MORENA en 2018.

Ana y Daniel están emocionados. Tanta gente como ellos. Todos entusiastas. Unos en las aceras, las áreas verdes. Se toman selfis para recodar este domingo, 13 de noviembre. Deben quedar muy visibles, en el fondo de las fotografías y videos las tres letras más pronunciadas en muchas calles y plazas del país.

Sumarán estos testimonios visuales a esos momentos que atesoran con orgullo, como en el 2000, cuando fueron a votar para poner fin a los tiempos de un partido hegemónico, de Estado. Y han llegado hasta las puertas del árbitro electoral para exponer su exigencia de que no regresen esos tiempos ya superados.

Pensaban que ya no lidiarían con lo mismo, pero la nociva herencia del Partido Revolucionario Institucional (PRI) no son las siglas, ni su aparato partidista, ni su militancia. El priísmo autoritario es una cultura que formó a los cuadros que, ahora en el gobierno, buscan lo mismo. Esa formación cultural ve como inherente al ejercicio del poder: burlar la ley, recurrir a las trampas de todo calibre para manipular la voluntad ciudadana, convertir a los más necesitados en rehenes electorales, usar los recursos públicos para favorecer su estrategia política, apropiarse de los órganos electorales.

Ana y Daniel hacen suyo el entusiasmo de todos por ver la enorme respuesta a la convocatoria. El sol es irrelevante ante el calor de esa colectividad. Aplauden, corean las consignas. Con gusto y paciencia se forman en la cola, cuando les invitan a firmar un documento que entregarán a los legisladores. Un reivindicación del INE, para que lo dejen en paz, porque la construcción democrática es de todos, generaciones y personas como las que ahora están en las calles y no deben vulnerarla una persona o una camarilla; porque los ciudadanos tienen memoria y el último fraude cometido en el país para imponer a un presidente de la república se hizo antes de que existiera un instituto electoral ciudadanizado; y, el artífice de ese agravio al voto ciudadano, Manuel Bartlett Díaz, es, hoy, orgulloso integrante del gobierno.

El dúo, como todos los participantes, no llegó sólo para ser testigos, sino protagonistas. La cadena humana está saturada, el frente del edificio está atiborrado; deciden, con otros, caminar en las calles que conforman la manzana. Se juntan varios. Se mueven con una lona de grandes letras: realizan ya una marcha que va y viene por las cuatro calles.

Los asistentes tienen en común la buena opinión del INE, porque varios han participado en las elecciones por los sorteos de apellidos que realiza. Ciudadanos quienes han construido la transparencia electoral con horas de permanencia y trabajo en las casillas. Ellos han esculpido, en la realidad, la frase el INE somos todos.

Activismo, imaginación, ánimo, solemnidad sólo cuando entonan el himno nacional. Los únicos colores de lugar son el blanco de la camisa de Daniel y el rosa, mismo de la identidad del INE, que Ana trae en la blusa. No hay más. Los pigmentos partidistas están ausentes porque no tienen presencia corporativa. Solo hay personas como la pareja: traídos por su convicción, movidos con sus propios recursos y a cambio de nada, porque para ellos la democracia es un bien preciado.

La congregación es muy grande porque no hay exclusiones. Cada persona hace de este día uno muy grande porque exigir el respeto irrestricto al INE que es, también, promover la libertad de pensamiento y el respeto, de verdad no en palabras, a los ciudadanos.

Es mediodía de este domingo intenso. La gente, satisfecha del mensaje expresado, empieza a retirarse. Ana debe irse a laborar. Van al paradero más cercano. La combi no tarda. Ella se marcha. Daniel, camina un tramo para llegar a otra parada que le lleva a otro rumbo…

Está hecho. La inimaginada y enorme concentración ciudadana colocó la fecha en la historia. Cada uno verá lo que desee o no ver. La propaganda dirá lo que a sus intereses convenga. Lo que suceda ya no está en manos de las Anas y Danieles, quienes lo único que sí tuvieron fue la decisión de acudir a ser ciudadanos plenos.

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