Por Raúl Asís Monforte González
Mérida, Yucatán, 14 de octubre de 2022.- Ahora que debido a mi posición de liderazgo al frente de las empresas de la industria de la construcción de Yucatán me ha tocado estar en contacto con colegas empresarios de todo México, he podido conocer, con demasiada frecuencia, historias de verdaderos héroes de esta industria, que es como yo califico a quienes han logrado superar al menos una década de vida con sus empresas constructoras.
En todas esas historias, hay un factor constante: todas ellas han pasado momentos de aparente bonanza, pero también por momentos en que se han colocado al borde de la quiebra y la desaparición. Calificar a mis colegas empresarios como héroes, obedece justamente a esa capacidad que tuvieron para mantener a flote la nave y superar esa amenaza.
Cada momento de la historia tiene sus propios desafíos particulares. Hoy, habitamos un mundo que es frágil, uno en el que todo parece estar en orden y con calma en la superficie, pero que un poquito más profundo, podría estarse revelando el umbral de un rompimiento súbito y con implicaciones sistémicas.
Esto quiere decir que en caso de un fracaso, en algunos sectores como la industria de la construcción o el energético, se propagan perturbaciones no solamente hacia otros sectores, sino a otras regiones del planeta. Es frecuente observar situaciones de aparente estabilidad, que se desmoronan ante una disruptiva e imprevisible alteración de las condiciones en que se estaba desarrollando un proyecto que parecía confiable.
Vivimos también en un mundo que consume vorazmente enormes cantidades de información, una “nueva materia prima” que se produce en exceso, al grado de que somos incapaces de procesarla adecuadamente y analizarla objetivamente, para que eso nos conduzca a una toma de decisiones intrépidas pero más inteligentes. A pesar de que contamos con las suficientes herramientas tecnológicas para realizar por nosotros esa labor, cuando hay que actuar bajo presión y urgencia, nos paralizamos ante la ansiedad que nos domina. También ha dejado de ser una regla el comportamiento lineal de las cosas y las situaciones, ya no siempre es factible una relación causa y efecto. Antes decíamos los optimistas: “para atrás, ni para tomar impulso”. Hoy en cambio, parece cobrar sentido hacer pequeños avances tácticos, pero también leves retrocesos o desviaciones estratégicas.
Todo lo anterior arroja una nube de niebla sobre el camino, que nos impide tener una idea clara de los acontecimientos, los vuelve incomprensibles, y nos incapacita para hacer interpretaciones o diagnósticos certeros, lo cual dificulta encontrar respuestas correctas a cada desafío que se nos presenta. El exceso de información, lejos de mejorar nuestra capacidad de llegar a resultados, produce un ruido perturbador que obscurece nuestra serenidad y paraliza el proceso creativo que debería prevalecer en nuestras actividades cotidianas, especialmente en los negocios.
En consecuencia, los empresarios constructores, pero también los de cualquier otra industria, enfrentamos hoy circunstancias aún más complejas que aquellas que enfrentamos en el pasado, pero mantengo un renovado optimismo y creo firmemente en la capacidad del ser humano de sobreponerse a dichas situaciones, y de vencer las pruebas que se nos pongan enfrente.
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