Chagall está en Mérida

Una crónica en la que David Tovilla nos cuenta sus experiencias sobre la exposición de Marc Chagall en Mérida

Por David Tovilla

Mérida, Yucatán, 14 de febrero de 2021.- Chagall está en Mérida: te enteras en tu visita madrugadora a los medios sociales. Te informan que la exposición Los estados del alma apenas fue inaugurada. Dicen que abren a las diez de la mañana. Es domingo. No lo piensas: actúas.

Te anima más la temperatura. Hace una mañana agradable que no parece estuvieras en Yucatán. Prefieres hasta la llovizna frente al calor inclemente para ir al centro. El día es inmejorable, dices convencido.

Entusiasta, llegas a las doce al Centro Cultural Olimpo. Un amable vigilante te sorprende: “No hay acceso. Se prepara un evento para la tarde”. Argumentas que nada de eso te advirtieron en la difusión. Insistes, pero sólo encuentras su firmeza con buenas maneras. No eres el único: Visitantes locales y extranjeros también son rechazados.

Preguntas si en definitiva no podrás acceder. “Hasta que acaben de descargar el camión de enfrente. Pregunte en una hora”. Decides caminar en el entorno. Aprovechas la ausencia del bochorno. Una circunstancia adversa no puede imponerse a tu deseo de ver la obra de Marc Chagall.

Hora y media después, regresas. La alta y robusta reja metálica permanece cerrada. Conforme te acercas, observas personas de distintos perfiles que reciben el mismo discurso del portero. Te estrellas con sus palabras: “No han acabado. Más tarde”. ¿Cuánto más deberás vagar? Buscas una banca en la Plaza Grande. ¿Qué puedes hacer? Compartirle tu injustificable desventura al alcalde por Twitter. Dedicas los demás minutos a ver el vaivén de la gente.

No es tu plan, pero vas a rendirte. Tu reloj marca dos de la tarde con quince minutos. Decides acercarte. Si no te aceptan te largarás: La exposición perdurará hasta mayo. Quizá en algún momento se organicen mejor, trabajen sin afectar a los visitantes, respeten el tiempo de los otros. Sumergido en tus deseos, llegas al acceso principal. ¡Mamá Linda te ha hecho el milagro!: puedes pasar.

Tu jornada dominical aciaga se ilumina. Subes de prisa al segundo piso. Te reciben las litografías de quien André Bretón calificó como el introductor de la metáfora en la pintura moderna. Contemplas esos trazos que se cruzan con rasgos de las famosas vanguardias estéticas, pero conservan su identidad propia, peculiar.

Te quedas un buen tiempo frente a “La creación”. Esa manera de exponer los temas religiosos opuestos a toda solemnidad y reverencia para situarlos en el mundo cotidiano, tangible. Encuentras las conocidas referencias bíblicas situadas en la cotidianidad: con aquellos animales que están, como en el patio de cualquier casa, en una comunidad. Sí: es la tradición, pero abordada por la mirada cándida del pintor, con una sencillez similar a la del mundo infantil.

Te llama la atención “El árbol de la vida” porque, aunque alude al pasaje del “pecado” de Eva, éste está ausente. Más que señalamiento es celebración. Por eso, la vitalidad arbórea ocupa casi toda la ilustración. En lugar de un atisbo sesgado es la oda a un nacimiento, eso que surge de los humanos con vida, al pie del manzano.

Te encanta la recreación de “Esther”, contraria a los oropeles en que la presenta el arte sacro, por ser reina de Persia. Lo que ves es una mujer esencia que encierra un saber estar, ser y hacer. Más que su interacción con el poder es la pacífica y modesta pero determinada personalidad. Es hermosa. Piensas que la reproducción de ese cuadro debiera pender en una tus paredes.

Sonríes con la genialidad de “El gallo rojo” porque el contenido es más que el referente: es el contexto, la pareja desnuda que se distingue en la ventana, la macetera que ocupa el centro del cuadro. Es un episodio de la vida al amanecer.

Lo mismo encuentras en “La Torre Eiffel verde”, donde lo central es la pareja delineada con apenas unos trazos, bañados en rosa y rojo: amor y pasión. La Torre es más una postal marginal, producto de la rutina parisina en que muchas de las actividades se realizan con este ícono en la ventana.

Quedas muy satisfecho con esta experiencia visual. Recuerdas que Octavio Paz dice que la única manera de educarte en la apreciación estética es ver todas las obras originales que te sean posible. Por eso aprecias que, a pesar de los incidentes, la exposición esté concurrida.

Sales inoculado con ese ambiente mágico, de simpleza virtuosa de Marc Chagall. Sensaciones que no pierdes al salir porque el frente frío prevalece y con él un deseo de recogimiento familiar…

davidtovilla.wordpress.com