Dzereco y Nohoch, la posesión de la risa de un huiro

El espectáculo no ha perdido empuje ni agarre. Total, a qué va uno a Eladio´s, ¿sólo a mamarse?

Por Rafael Gómez Chi

Mérida, Yucatán, 15 de enero de 2022.- “Ya ´e voy”, exclama Dzereco sin soltar el micrófono, haciendo un puchero de párvulo castigado en el rincón del salón y Nohoch lo reprende.

—No te puedes ir…

—¡Ya ´e voy —repite Dzereco, terco, con esa tozudez característica del huiro.

—No te puedes ir sin lo más representativo de un show regional yucateco —revira Nohoch.

—¡Tomar los tragos!

—No, ´ombe, la jarana y las bombas.

El alter ego de Daniel y Mario ha estado en el escenario una hora arrebatándole la tristeza a la gente. El cronista mira desde una mesa de pista, ensimismado en sus carcajadas mientras bebe Victoria, más sabrosa que nunca, y enrolla tacos de longaniza asada con poc-chuc.

El espectáculo de Dzereco y Nohoch no ha dejado ni un solo atisbo de fraude. Varias personas, en especial las veracruzanas de la mesa contigua a la del cronista, han reído hasta las lágrimas con chistes sobre las suegras, los afeminados, los huiros y demás.

El cronista los ha mirado innumerables ocasiones en el escenario, ese pequeño gran espacio donde Daniel y Mario sonríen a la vida mientras hacen lo suyo, y nota que no han perdido ni un centímetro de gracia. Y aunque sea el mismo chiste, el mismo gag, aquella parodia musical de siempre, la ocasión de reír gratifica el alma.

Este fin de semana andan en los Eladio´s, en Itzáes y en Altabrisa, con un show de una hora. Cantan, bailan, parodian, cuentan chistes, se meten con el público, cotorrean con los comensales y, sobre todo, destrozan el mal humor sin piedad.

El espectáculo arranca con música. En la comedia no basta con contar chistes ni tener cierta gracia, el artista debe saber cantar, adueñarse del escenario y meterse al respetable a la bolsa mientras se botanea con una fría o con dos.

Y si la botana es uno de los comensales nada mejor que dejarse arrastrar por la bufada, total, a qué fuiste a Eladio´s, ¿solo a mamarte? Así qué chiste. La cosa es reír y no atragantarse con el sikilpak ni el frijol colado. Lo mejor no viene cuando Daniel es poseído por un demonio de Tixkokob o de Umán, sino cuando al cliente de la mesa cinco lo agarran de su barquito y el sujeto o la sujeta carcajean hasta tener un chot nak, porque ese es el gran arte de la comedia, hacer de la vida de una persona cualquiera un momento de risa loca.

Parejas en la comedia han habido muchas. Desde Manolín y Shilinski hasta Chela y Ponso, siempre se presenta el yin y el yan, lo opuesto a lo decente y lo indecente. Dzereco es el huiro inculto, irreverente, despreocupado, atolondrado, pero feliz, lleno de vitalidad y aleccionador porque en sus andanzas es como se refleja la sabiduría popular. Nohoch es lo contrario, aquel mestizo de andar suave, conocedor del mundo, educado, de alpargata chillona, pañoleta al cinto, entalcado, pero comedido, hasta cierto punto temeroso de salirse de la educación y los buenos modales.

Si la tristeza y la depresión son el problema, una cerveza fría (o varias) con su respectiva botana mientras Dzereco y Nohoch suben al escenario, pueden resultar una fresca y positiva eladioterapia. El cronista lo constató está tarde con su familia.