Por Mitsuo Teyer Mercado
Y entonces… ¿Quien mató al güero?
Como si fuera una película de horror, como el hacha de Jack Nicholson en “El Resplandor”, la muerte de José Eduardo hizo astillas varias situaciones que todos sabemos y que a la clase política gobernante y élite empresarial no les gusta mencionar; sin embargo, lo evidente ya no se puede ocultar y ha quedado a la vista de todo el país.
Existe una eterna pelea entre Vila y Renan. Dos meses duró la paz post electoral y no es para menos; el caso del “Güero” está en la opinión nacional y dejando entrever lo peorcito que tenemos como ciudad y estado: la xenofobia, el racismo, la homofobia, y cada uno de los gobernantes, tanto de la ciudad, como del estado, quiere salir lo menos manchado posible…claro, si se puede a expensas del otro, mejor.
Con este escenario, Renán hizo lo único que podía hacer: mandar la responsabilidad a quien le toca impartir justica y dejarlo en sus manos: El poder judicial del estado. Desafortunadamente para él, lo hizo a destiempo y de mala manera. Sin embargo con la liberación de los policías el día de hoy y después de su peor semana como alcalde, el alcalde ve un poco de luz de un túnel que lo metieron pero tardó en encontrar la luz.
Y es que la verdad jurídica en el caso de José Eduardo es lo único que nos debería importar a estas alturas porque, en la inmediatez de la acción, muchos nos sentimos engañados con una «verdad» que necesita culpables. Como a la gran mayoría de la sociedad yucateca, me gustaría saber quiénes fueron realmente los que mataron al joven.
Todo lo demás, ya tiene un olor rancio, putrefacto. Todo lo demás ya está contaminado. Todo ya huele a politiquería. Esa política sucia, que paga planas en medios nacionales y mezcla la agenda pública con la política; de esa que hace años no se hacía tan evidente que es para ganar adeptos de un lado o del otro. Es mentira que la elección acabó el 6 de junio. Los políticos siempre piensan en la próxima elección.
A todos los actores políticos, dejen de lucrar con la miseria, con el dolor ajeno, con nuestros miedos, con la incertidumbre. La gente no es tonta, se da cuenta y de todas las dudas y claro-oscuros solo hay algo cierto: en medio de esta lucha, la gente de extracción humilde está muerta o en un proceso dónde está en juego su libertad.
No pienso decir una sola palabra en negativo de los elementos policíacos que hoy fueron liberados. Mi postura es en contra del sistema impuesto y sus desigualdades, no en contra de seres humanos que hoy tienen, al igual que todas las personas mexicanas, algo a su favor: la presunción de inocencia y los elementos de prueba que hoy los dejan en libertad.
No pienso hacer eco de chismes, conjeturas, cruces, supuestos videos y un largo etcétera que se convierte en un caldo de cultivo para una propaganda de miedo en la que la verdad queda de último. Donde una madre sigue llorando a su hijo. Donde la justicia para José Eduardo (saber quién y qué le ocasionó la muerte) pareciera que es la última de las prioridades.
Porque más allá de conocer quien tiene la razón, la confianza entre el gobierno y la ciudadanía se fractura a cada momento, con cada nueva declaración, acto u omisión que alarga no saber lo que ocurrió en realidad. La política es una reina y como alteza burguesa está por encima de todas sus víctimas: nosotros, la ciudadanía.