Por Johana Cruz Reyes
Tenía 9 años cuando sucedió…cuando un hombre se masturbó enfrente de mí, no tenía idea de lo que pasaba, cuando se supone que yo estaba en un lugar seguro. A mis 10 años volvió a suceder. Esta vez fue un familiar tocándome. Decía que tenía que acostumbrarme porque era “normal”. En ambas ocasiones callé, por miedo, por no saber qué hacer o evitar algún conflicto, solo era una niña… (cuenta Lizeth, de 33 años)
Las mujeres reclaman justicia, equidad, el poder caminar en las calles sin que las miren o hablen de forma insana. Reclaman el derecho de poder viajar solas, sin que meses después te encuentren muerta. Reclaman el derecho a salir y vestirse de forma que solo ellas mismas se sientan cómodas. Las mujeres salen a las calles a luchar y gritar por aquellas voces que ya nunca volverán a ser escuchadas.
Fue un 8 de marzo. Recuerdo que una vez más las mujeres alzaron la voz mediante un paro nacional, en el que ninguna mujer debió asistir al trabajo. Fue un día en el que prácticamente se inmovilizó la ciudad. Cuando muchos y muchas constataron a fondo la gran importancia que ocupa una mujer en esta sociedad. Pero también fue un día en el que no pudo faltar, una vez más, el machismo, ese machismo que acecha a fuego vivo a algunos hombres. No se puede generalizar, pero lamentablemente ese cliché que degrada a la mujer a un objeto sigue predominando las pautas de la sociedad mexicana.
Desde los años setentas, el feminismo ha sido uno de los temas más importantes, ya que contribuyó a cambiar y a transformar usos, costumbres, y mentalidades de las personas. Sin embargo, como bien argumenta Ana Laura, profesora e investigadora de la Universidad Autónoma Metropolitana, fue el 9 de mayo de 1971 cuando hizo su aparición en la Ciudad de México el primer grupo de lo que sería el movimiento feminista mexicano: Mujeres en Acción Solidaria. Comenta que estas corrientes de grupos feministas no han tenido un modelo organizativo, los temas suelen ser los mismos y ello es verdaderamente preocupante.
Ahora bien, no me cabe duda lo legitimo que es el movimiento y las ideas que representan estas marchas y manifestaciones. Sin embargo, como mujer me atrevo a pensar que toda esa furia e impotencia, rabia y dolor, deberían deberían ser canalizadas de una manera que permita verdaderamente cambiar esta cultura; porque no hay que olvidar que este problema no es exclusivamente político, es un problema cultural. No se puede atribuir al gobierno la causa y el origen de esta problemática, así como tampoco se puede generalizar el machismo entre todos los varones mexicanos. Como mujer, y además mexicana, me gustaría dar una opinión.
Por qué no usar todo ese poder de convocatoria y de comunicación que actualmente poseemos las mujeres para empezar a educar a nuestras generaciones, a nuestras parejas, a nuestros amigos, amigas. Eduquemos. No sembremos el odio y el extremismo, que en ningún caso son buenos. Usemos estos movimientos para crear organizaciones que eduquen sobre el tema.
Desde luego, no podemos hacer un borrón y cuenta nueva. Aún hay casos no resueltos, impunidad e injusticias y eso sí, sin lugar a dudas, es responsabilidad del gobierno. Pero si nosotros creemos que vandalizar el patrimonio de los mexicanos les causa dolor o llama la atención de nuestros políticos, puedo asegurarles que no es así. Muy por el contrario, lo que creo es que se enriquecen al contratar empresas que limpian y restauran estos monumentos para llevarse dinero a sus bolsillos, declarando millonarios gastos por estos conceptos. Sin contar desde luego a la gran cantidad de gente que sale a trabajar y cuyas vidas se ven alteradas por estos hechos.
Es imposible pensar que podemos conocer el dolor sin antes haberlo vivido, pero si me llegase pasar a mí o a mis amigas o conocidas, preferiría hacer huelga, pararme a protestar en las casas de nuestros poderosos e ineptos gobernantes, senadores, diputados y jueces. Grafitear sus puertas, rayar sus autos, ponchar sus llantas, porque ellos son los verdaderos culpables de la impunidad de los criminales y de las injusticias hacia la mujer, por no hacer nada en contra de estas atrocidades que se cometen día a día.
¿Nos cuestan trabajo saber dónde viven? ¿Nos cuesta tanto trabajo pararnos enfrente de sus casas y exigirles justicia? Eso creo que lograría más.
Finalmente, quisiera enfatizar en lo importante que es como mujeres cuidarnos, escucharnos y hacerles ver a nuestras hijas, sobrinas, amigas, compañeras, lo importante que es denunciar estos hechos, que no se queden solas. Según los datos de la organización civil México Evalúa, el 99.7% de los delitos de violencia sexual contra mujeres no es denunciado.
El problema del machismo se extiende en toda America latina, pero en México es sumamente grave. De acuerdo con un informe reciente de Amnistía Internacional, los casos de feminicidios van en aumento: si en 2015 se abrieron 411 carpetas por esa causa, en 2020 se abrieron 860, casi el doble.
Hoy —continua Lizeth— tengo una hija, sobrinas y no quiero que ellas vivan esto que muchas hemos sufrido, día a día lucho por darle un ejemplo a mi hija, y por ella puedo decir que arda lo que tenga que arder, hoy hablo por esas voces de mujeres violadas, asesinadas y que hoy ya no pueden ser escuchadas.