X´matkuil a reventar: el primer aviso para Mérida

noviembre 17, 2025

Por Rafael Gómez Chi 

Mérida, Yucatán, 17 de noviembre de 2025.- La noche de este domingo en la Feria Yucatán X’matkuil no fue solo un “lleno histórico”. Fue un simulacro involuntario de lo que le espera a Mérida si sigue creciendo al ritmo que lleva sin cambiar la forma en que nos movemos, ni la manera en que planificamos la ciudad… ni nuestra cultura vial.

Las crónicas de anoche son claras: la Coordinación de Seguridad de la Feria informó que el acceso de vehículos particulares fue cerrado temporalmente por la saturación total de los estacionamientos, algo inédito en la historia reciente del recinto. En redes circularon videos y testimonios de personas que pasaron hasta tres horas atrapadas en el estacionamiento y en los accesos, sin poder salir ni en auto ni en transporte público. Al mismo tiempo, se hablaba de cientos de miles de asistentes intentando abandonar la feria al mismo tiempo.

No fue un día cualquiera: quincena, Buen Fin, puente laboral y fin de semana se alinearon en un solo punto del mapa. El resultado fue una marea humana y vehicular convergiendo en un recinto que, desde el inicio del mes, ya se sabía que recibiría millones de visitantes a lo largo de la edición. Anoche simplemente se juntaron las condiciones perfectas para que todo ocurriera al mismo tiempo… y al mismo lugar.

Pero reducir lo sucedido a “culpa de las autoridades” es quedarse corto y cómodo. Lo de Xmatkuil es, sobre todo, la fotografía brutal de una ciudad que crece más rápido de lo que cambian sus hábitos y su infraestructura. Y ahí entra un tema incómodo: no solo faltan calles, rutas y salidas; también falta cultura vial.

Porque en medio del caos no solo había tráfico: había vehículos que invadían cruceros, vueltas en doble fila “para avanzar tantito”, autos deteniéndose donde no debían “porque solo voy a pasar por mi familia”, gente que quiere salir primero aunque eso signifique bloquear al de junto. Es el mismo guion de todos los días en la ciudad, solo que anoche se proyectó en pantalla completa.

Mérida se ha vendido —con razón— como una ciudad segura, tranquila y con calidad de vida. Eso ha tenido un efecto directo: cada año llegan más personas a vivir aquí, se multiplican los fraccionamientos en la periferia y el parque vehicular crece a un ritmo que se siente en cada semáforo. No es casual que, mientras se habilitan rutas de transporte masivo hacia la feria, el estacionamiento y los accesos colapsen cuando decenas de miles deciden, además, ir en automóvil particular en la noche más cargada… y manejar como si todavía fuéramos una ciudad pequeña donde “no pasa nada” si uno se mete, se para donde no debe o bloquea un retorno.

Lo de anoche no es un problema aislado de “mala logística de feria”. Es un síntoma de algo más profundo: una ciudad que, en los hechos, se está diseñando para depender del automóvil, mientras su población y su atractivo crecen a velocidad de metrópoli, con comportamientos viales que siguen siendo de pueblo chico.

Y en medio de todo eso, hay un actor que casi nunca entra al relato humano: la policía que lleva semanas trabajando sin descanso en el operativo de feria. Elementos que pasan horas de pie bajo el sol, y luego bajo el humo de los puestos y las luces de los vehículos; que se colocan en los accesos, en los retornos y en los cruceros tratando de “desatorar” lo que, a ciertas horas de la noche, es prácticamente imposible de mover. Policías que también se quedan atrapados en el mismo caos que intentan ordenar, sumando jornadas de 10, 12 horas o más, con poco margen para sentarse, comer o simplemente descansar.

No se trata de convertirlos en héroes ni de exonerar a nadie de crítica, pero sí de reconocer que, mientras muchos se quejan desde el volante con el aire acondicionado encendido, hay elementos ahí afuera, parados durante horas, levantando el brazo una y otra vez para tratar de agilizar lo que ya está rebasado. Es fácil insultar al tránsito; es más difícil aceptar que, aunque pongas a un policía en cada esquina, si todos quieren entrar y salir al mismo tiempo, por el mismo lugar, y manejando como quieren, el sistema truena.

Mérida ya muestra señales de saturación en horas pico en el periférico, en las zonas comerciales del norte, en los accesos a hospitales y en prácticamente cualquier punto donde se concentre ocio, servicios o trámites. Lo que pasó en Xmatkuil simplemente llevó al límite, en una sola noche, lo que vivimos a cuentagotas todos los días: una ciudad donde, si todo el mundo decide usar el coche al mismo tiempo y comportarse como si fuera el único en la calle, el sistema se rompe.

Vale la pena repetirlo: esto no va solo de autoridades. También va de desarrolladores que siguen extendiendo la mancha urbana hacia donde no hay calles suficientes ni transporte digno; de familias que, por necesidad o costumbre, siguen dependiendo del auto hasta para trayectos cortos; de automovilistas que no respetan señalamientos ni espacios peatonales; y de años de decisiones públicas y privadas tomadas pensando en el corto plazo y no en el resultado acumulado.

Anoche quedó claro que, si no cambiamos, habrá más Xmatkuiles repartidos por toda la ciudad: centros comerciales saturados en cada temporada de ofertas, accesos a zonas hospitalarias convertidos en embudo, colonias completas atrapadas cada vez que se junta un evento masivo con lluvia, obras o choques. No se necesita una bola de cristal; se necesita ver la fila interminable de luces rojas que anoche salían —o intentaban salir— del recinto ferial, mientras agentes de tránsito seguían ahí, en medio del ruido, avanzando metro a metro junto con los vehículos.

Este “caótico éxito” también desnuda otra cosa: no basta con presumir nuevas rutas de transporte ni pavimentaciones si en paralelo seguimos incentivando que todo pase en los mismos puntos y a las mismas horas, y seguimos manejando igual. La pregunta incómoda es: ¿cuánto más puede crecer Mérida con el mismo modelo de movilidad, la misma cultura vial y el mismo uso de suelo antes de que el colapso deje de ser un evento excepcional para convertirse en rutina?

El primer aviso ya llegó, y no fue un estudio técnico ni un foro de especialistas, sino una noche de feria: familias cansadas, niños dormidos en los asientos, personas mayores atrapadas en filas interminables, choferes frustrados, usuarios del transporte público atorados en la misma maraña… y policías agotados, sosteniendo el orden posible en medio del desorden general.

Si algo deberíamos aprender de Xmatkuil 2025 no es a buscar culpables fáciles, sino a aceptar una realidad: Mérida dejó de ser “pueblote” hace rato, pero muchos seguimos moviéndonos como si lo fuera. Y una ciudad que se niega a reconocer su tamaño —y a cambiar sus hábitos viales— termina pagándolo en tiempo perdido, estrés, cansancio físico para quienes están en la calle y una calidad de vida que se erosiona despacio.

La feria seguirá siendo un orgullo y un escaparate del Yucatán que produce y se divierte. Pero anoche nos recordó, con crudeza, que el éxito sin planeación y sin cultura vial tiene un costo. Y que, si no tomamos en serio ese primer aviso, lo que hoy parece una anécdota de feria terminará siendo el nuevo normal de la Mérida que viene.

El Cronista Yucatán

El Cronista Yucatán

El Cronista Yucatán es un esfuerzo periodístico enfocado a contribuir a la opinión pública en temas que atañen a la política y a la cultura, principalmente.

Continuar

Ayuntamiento reparó 200 mil baches en 320 colonias

Por Redacción Mérida, Yucatán, 16 de mayo de 2025. –

Inauguran techumbre de cancha en Yaxcopoil, era promesa de campaña del alcalde de Umán

Gaspar Ventura Cisneros Polanco dijo que durante su campaña fue