Elda María Galera Rivero vivió 97 años sin acta de nacimiento. Padeció violencia física y emocional de niña
Por Rafael Gómez Chi
Mérida, Yucatán, a 7 de abril de 2021.- Elda María Galera Rivero vivió 97 años de su vida sin identidad. Una partera la trajo al mundo el 28 de septiembre de 1923 pero ni su papá, Francisco Galera, ni su mamá, Isidra Rivero, se preocuparon por asentarla en el Registro Civil de modo que casi un siglo vivió como un fantasma.
El cronista la visitó una mañana del frenético mes de abril. Desayunaba galletas de Soda con ensalada fría y café. María del Rosario Carrillo Galera, su hija, tuvo que hablarle a gritos porque la señora se ve fuerte, saludable, pero no escucha bien.
Unos 15 días atrás, a mediados de marzo de 2021 la oficial del Registro Civil de Umán con licencia, María Conchita Ruiz Huchín, le entregó, por fin, su acta de nacimiento.
Desde ese día, Elda María, como la rosa, no solo tiene nombre, también identidad.
Su hija narró que le llevó varios años tramitar el acta de nacimiento porque nadie la encontraba. “A mí sí me desesperó. Fui al Registro Civil de Mérida, pague para que la busquen en los libros, hasta dije tres años antes y después de la fecha que sabemos que nació, el 28 de septiembre de 1923, pero nada”.
—¿Y cómo es posible vivir sin acta de nacimiento y sin identidad?
—¡Imagínese! La ayuda que da el gobierno no la podíamos tener y la necesitábamos. No ella ni yo trabajamos, ella por su edad y yo tengo que hacerme cargo. Yo no podía meter a mi mamá en nada por no tener papeles, el INE, ¿cómo lo iba a tener sin acta? Nunca lo pudimos tramitar. No llevas nada, no te dan nada, date la vuelta y vete.
—¿Qué sintió cuando tuvo sus documentos?
—¡Noooo! Cuando le mostré su acta de nacimiento se puso a llorar, y le dije mami no va a ser posible, ¡usted vivió sin se reconocida por la nación!
Ahora está en trámite la Cédula Única de Registro Poblacional y su acta no tiene hora de nacimiento, porque nadie se acuerda, y carece de datos de filiación porque sus padres ya murieron.
Resulta inédito que solo Elda María haya vivido casi cien años sin identidad, porque sus hermanos sí lo tuvieron. “Cuando intenté sacar su documentación, el sistema arrojaba nombres de todos sus hermanos, menos el de ella. Tuvo negativas de tres directores diferentes.
Elda María desayunaba lento pero sin pausa. La primera hija de sus papás falleció al nacer. Ella fue la segunda pero quedó como primogénita. Su madre tuvo 23 hijos e hijas. No recuerda dónde vivió de niña en Mérida, solo cree que fue por el rumbo de Tanlum.
—Nunca fue registrada. Nunca fue a la escuela, porque a mi abuelo no le gustaba que se relacionara con los varones. Decía que él la iba a enseñar, pero era alcohólico, le pegaba a su hija cuando la ponía a leer y no podía —narró la hija.
—¿Sabe leer?
—Un poquito, lo que le enseñaron a golpes. Cuando estaba ebrio y a ella se le olvidaban las vocales, le daban en la cabeza con leña o con lo que tuviera a mano. Por esas condiciones nunca fue a la escuela, creció sin saber. Lo básico que aprendió son las vocales, pero no agarra ningún cuaderno. Por ejemplo, tomaba los libritos de los evangelistas, pero sólo veía las figuras.
—¿Tuvo algún trabajo?
—Trabajó, pero en México, porque mi papá nos llevó a México, era barco y tren. Viajó con todos nosotros en barco luego hasta México y trabajó en un molino de lo que fue primero Censa y después la Conasupo. Molía maíz. Era un molino inmenso que abarcaba toda una manzana en Martín Carrera, detrás de la Basílica de Guadalupe.
Elda María nunca se casó. Vivió en unión libre con Carlos Carrillo Polanco con quien procreó siete hijos de los cuales solo María del Rosario y uno más quedan vivos.
—A mí me sacó del O´Horan casi moribunda, se me fue el sarampión para adentro, quedé hueso y pellejo, estaba en las últimas de mi vida, era tan flaca que las inyecciones me las ponían en la cabeza. Así me llevaron a México. Viajamos en barco con una cuñada para que mi tía la ayude con mis hermanos.
—Fuimos siete, yo acabo de cumplir 65 años el 5 de abril. Soy viuda. Hace nueve años que falleció mi esposo Miguel Ortiz Campos. Yo sí tengo mis papeles.
—¿Y cómo es que le pudo registrar a usted sin que ella tuviera documentos?
—Es que en esos tiempos no había eso de la credencial de elector, solo preguntaban cómo se llama, se hacía el acta y el que sigue. Cuando registré a mis hijos en Emiliano Zapata Tabasco, así era, nunca me pidieron documentos, estamos hablando como de 1975 a 1978. Yo me casé en 1972 en Escárcega, Campeche —contó la hija.
Vivieron doce años en la Ciudad de México, luego volvieron a Mérida y su padre encontró trabajo en Cancún, después en Tabasco. Elda vivió con Carlos como un matrimonio. Ella se fue con él muy joven, huyendo de la violencia que vivía en el seno familiar.
—Mis abuelos vivían en Chetumal, toda su vida ahí. De hecho los Galera están en Chetumal. No sé porque nació ella en Mérida.
—¿Y cómo terminaron viviendo aquí en Paseos de Itzincab?
—Yo viví aquí con mi marido y mi papá me venía a visitar y le gustó el fraccionamiento y vendieron su casa en Cancún y vinieron aquí.
—¿Su madre está bien de salud?
—No padece de nada, lo único que tiene es un marcapasos y nada más, come bien, desayuna y cena bien, no camina por su condición, pero está muy bien. Tuvo siete hijos. Y sus nietos, mis hijos, están repartidos por toda la República.
—¿Usted tiene algún padecimiento?
—No tengo nada. Acabo de cumplir 65 y me quise inscribir para que me den los apoyos del Gobierno, pero me sale que hasta julio, por eso de las elecciones. Una de mis hijas, la que vive en Coahuila, es la que nos manda dinero. Yo ya metí a mi madre a eso de los apoyos, por la edad. A nadie inscriben por las elecciones, pero lo logré y hasta julio me dijeron que me van a hablar por lo de la tarjeta del depósito.
Elda María mira al cronista. Posa para la foto pero no sonríe. Su hija, detrás, apoya una mano en el hombro de su madre. Sobre la mesa se encuentra el acta de nacimiento. Elda ha dejado de ser un fantasma.