Por Rafael Gómez Chi
El diputado Enrique Castillo Ruz formalizó su renuncia al Partido Revolucionario Institucional, decisión que a decir de fuentes priístas, es desafortunada y lamentable debido a que el umanense ha forjado, para bien o para mal, una larga carrera política ligada al tricolor.
Es decir, bajo sus siglas y arropado por los colores del PRI Enrique Castillo ha transitado por diversos cargos de primer nivel y ahora se va aduciendo que ha cumplido una etapa, aunque todos saben que ha sido por no obtener la candidatura para el municipio de Umán.
Lo extraño es que el propio Castillo Ruz haya declarado la mañana de este jueves en el Congreso del Estado que “no, de ninguna manera, a mi no se me ha negado la candidatura, nada más que todo tiene sus tiempos, uno tiene que hacer análisis, y tampoco es una ambición a lo que es el poder, sino es el servicio público”.
—Yo no tengo nada del PRI, ahí están mis amigos, respeto mucho el trabajo que hacen, las decisiones que toman, pero yo también tengo que tomar las mías —dijo.
Hay priístas que conocen el trasfondo de esta desafortunada decisión, impulsada o abanicada desde otros intereses, ajenos a los del propio diputado.
La convicción de la dirigencia estatal priista es ofrecer piso parejo a todos los aspirantes a un cargo de elección popular, más allá de un currículum partidista, que si duda tiene Enrique Castillo, y más allá de los intereses de grupo que por años fueron determinantes en el momento de definir candidaturas en el PRI.
Para el PRI Yucatán, cada militante cuenta, y desde la llegada del actual Comité Directivo Estatal se asumió el compromiso de ofrecer condiciones de igualdad, pero Enrique Castillo buscó imponer su trayectoria y el peso político y económico de su familia, para hacerse de una candidatura en el municipio de Umán.
Lo anterior, según nuestras fuentes, sin el diálogo y el consenso con los demás aspirantes. Es decir, se ha negado a sentarse a dialogar con ellos y a cumplir en tiempo y forma con los requisitos establecidos en la convocatoria, porque piensa que por ser Enrique Castillo todos debían hacerse a un lado.
Esas son las prácticas que han lesionado al PRI por muchos años. No podemos dejar de reconocer que la actual dirigencia, como dicen, se fajó los pantalones para cumplir a la militancia y no permitir más las cuotas de grupo. Aunque todavía queda tiempo para saber si no le saldrá muy caro al PRI esta férrea defensa de sus convicciones. Al tiempo.
Lo que sí es un hecho, es que al parecer este si es un nuevo PRI, uno en el que vale lo mismo un militante de base, que uno que ha sido de todo, que ha hecho toda su carrera política en el PRI, y que ante la negativa de hacer valer esa carrera para adjudicarse un nuevo cargo, hoy deja sus filas, como otros, sin ningún recato. Solo nos queda saber si pagaba a tiempo sus cuotas al partido o sólo exigió como muchos más.