La vivencia ya tiene un Premio Nobel: Annie Ernaux

La escritura ya no es ficción, sino acontecimientos, vivencias. Annie Ernaux y el acto de consignar

David Santiago Tovilla

Mérida, Yucatán, 11 de octubre de 2022- «Vivencia: 1. Experiencia que se tiene de algo. 2. Hecho de vivir o experimentar algo. 3. Hecho de vivir o estar vivo» dice el Diccionario de la Lengua Española. El Premio Nobel 2022 se entrega a la capacidad de transformar las experiencias de vida en vivencias universales, expresarlas con las palabras necesarias y asumir con transparencia las consecuencias de dichos y actos. Todo eso reside en la escritura de Annie Ernaux.

Los libros de Ernaux no son voluminosos porque no pretende compartir palabras sino transmitir vivencias y, desde su claridad e intensidad, generar reflexiones. Es de ese segmento de escritoras que ponen distancia de la literatura como distracción o pasatiempo y son capaces de entregar esencia, contenido. El palabrerío está ausente porque no quiere adornar sino decir, consignar.

Son relatos de vida, no imaginaciones. La invención no está en las historias sino en cómo se transmiten para que comulguen con la mente y el corazón de los lectores. Narraciones de momentos, decisiones, sentimientos propios que quieren desprender desde comprensión hasta indignación. No se trata de novelas, cuentos, ensayos o crónicas: son obras de Annie Ernaux. Especiales, distintas, particulares.

Uno de sus libros más conocidos es El acontecimiento. Desde el título ella sitúa un hecho no como un trauma ni da elementos para una calificación. Es, como se ha apuntado antes: una vivencia, que subraya con una cita de Michel Leiris: «Este es mi doble deseo: que el acontecimiento pase a ser escritura y que la escritura sea un acontecimiento».

Ernaux da cuenta de un embarazo no deseado, ocurrido en 1963, a sus veintitrés años. Expone los comportamientos desde que se entera, hasta la solución: la convicción suya de no tenerlo; el desentendimiento del padre; la negación de la ayuda profesional de los médicos; el intento de algún compañero de tener relaciones sexuales porque ya no había riesgo de paternidad; el intento de proceder sola al desprendimiento; la angustia de ver transcurrir los días; la aplicación clandestina de una sonda que, en su primera versión no funcionó; la solución final acompañada de un sangrado que la llevó al hospital; el trato humillante en el nosocomio.

Una exposición valiente, clara en sus objetivos: «El hecho de que la forma en la que yo viví la experiencia del aborto, la clandestinidad, forme parte del pasado no me parece un motivo válido para que se siga ocultando. La ley, que casi siempre se considera justa, cae en la paradoja de obligar a las antiguas víctimas a callarse porque todo aquello se acabó, haciendo que lo que sucedió continúe oculto bajo el mismo silencio de entonces. Pero precisamente porque ya no pesa ninguna prohibición sobre el aborto puedo afrontar (dejando de lado el sentido colectivo y las fórmulas necesariamente simplificadas, impuestas por la lucha de los años setenta: violación de los derechos de las mujeres, etcétera) de forma real este acontecimiento inolvidable».

Sí: un texto incómodo que involucra, sostenido por la combatividad de Annie Ernaux: «Es posible que un relato como este provoque irritación o repulsión, o que sea tachado de mal gusto. El hecho de haber vivido algo, sea lo que sea, otorga el derecho imprescriptible de escribir sobre ello. No existe una verdad inferior. Y si no cuento esta experiencia hasta el final, contribuiré a oscurecer la realidad de las mujeres y me pondré del lado de la dominación masculina del mundo».

Annie Ernaux publicó este libro en el año 2000, a sus 60 años —hoy tiene 82—. El acontecimiento cierra con una gran declaración: «Por encima de todas las razones sociales y psicológicas que pueda encontrar a lo que viví, hay una de la cual estoy totalmente segura: esas cosas me ocurrieron para que diera cuenta de ellas. Y quizás el verdadero objetivo de mi vida sea este: que mi cuerpo, mis sensaciones y mis pensamientos se conviertan en escritura, es decir, en algo inteligible y general, y que mi existencia pase a disolverse completamente en la cabeza y en la vida de los otros».

En 2021, Audrey Diwan llevó El acontecimiento al cine, con el mismo título (se le encuentra como L’événement en francés o Happening en inglés). La cinta alcanzó el León de Oro en el Festival de Cine de Venecia.

Otro volumen exitoso, dentro de su veintena de títulos, es Pura pasión. De nuevo, desde el título, Annie Ernaux plantea una definición. Una revisión de las relaciones amorosas desiguales no porque así lo hayan asumido los protagonistas, sino porque una de las partes concede un papel que el otro no tiene.

Es una confesión de cómo se puede dar un lugar, en la vida propia, a una persona sin que ésta se entere siquiera. Ernaux expone su relación con un funcionario ruso, casado, sin intereses comunes, quien se aparece de manera esporádica sólo para follar.

Ella es autosuficiente, madura, divorciada, con hijos, pero entregada a una pasión. Entonces suceden: el mundo construido alrededor de las escasas ocasiones: «para mí no había cronología en esta relación, sólo conocía la presencia o la ausencia»; el arreglo esmerado y la compra compulsiva de prendas para los encuentros; el cambiar la escucha de música clásica por las baladas.

Pura pasión también registra: las esperas eternas y estériles de una llamada o una visita: «me preguntaba con asombro: ¿Dónde está el presente? Yo no era más que tiempo que pasaba a través de mí»; el atesoramiento de objetos aún deteriorados porque están asociados a un momento erótico; el abandono del diplomático del país en donde estaba de manera temporal, sin mantener por lo menos una amistad; el reencuentro ocasional, años después, como siempre lo fue: una noche de cama, sin antes, ni después.

Con la transparencia que le caracteriza, Annie Ernaux dice: «He medido el tiempo de otro modo, con todo mi cuerpo. He descubierto de lo que uno puede ser capaz, que equivale a decir de todo. De deseos sublimes o letales, falta de dignidad, creencias y comportamientos que tildaba de insensatos en los demás, hasta que yo misma recurrí a ellos. Sin que él lo sospeche, me ha ligado más al mundo.

»Él me había dicho: No escribas un libro sobre mí. Pero no he escrito un libro sobre él, ni siquiera sobre mí. Me he limitado a expresar con palabras —que sin duda él no leerá, ni le están dirigidas— lo que su existencia, por sí sola, me ha dado. Una especie de don devuelto.

»Cuando era niña, para mí el lujo eran los abrigos de pieles, los vestidos de noche y las mansiones a orillas del mar. Más adelante, creí que consistía en llevar una vida de intelectual. Ahora me parece que consiste también en poder vivir una pasión por un hombre o una mujer».

Otra vez, incisiva, directa, contundente sobre su escritura: «Es posible que la obligación de contestar a preguntas del tipo ¿ése trata de algo autobiográfico?, de tener que justificarse por esto o por aquello, impida que libros de todo tipo salgan a la luz, si no es bajo forma novelada, donde quedan a salvo las apariencias».

Pura pasión también tiene una versión cinematográfica realizada por Danielle Arbid, en 2020. Esta cinta es más accesible en las distintas plataformas actuales.

En el maremágnum generado en el contexto del otorgamiento del Nobel, vale la pena destacar las palabras de Lydia Vázquez Jiménez, la traductora al español de todos sus libros, publicadas en Letras Libres: «Supone un referente inusual en el panorama literario mundial, que es el de decir la verdad.

»Porque ante todo los libros de Annie Ernaux son verdad, una verdad profunda, que desvela lo mejor y lo peor de nosotros y nosotras, por eso cada palabra suya pesa tanto, porque carga con todo el peso de la verdad. Una verdad no disfrazada, no embellecida, no manipulada, la verdad pura y dura, expuesta a la luz cenital más cruda. Sin pensar en qué dirá la sociedad, su familia o sus lectores y lectoras. Y no es que a Annie no le importen sus lectores, al revés. Le importan mucho más que todos los premios, que este premio Nobel tan merecido. Pero precisamente por eso, porque se debe a su público, sobre todo, su deber como escritora comprometida con la causa de las mujeres y los oprimidos es decir toda la verdad, pese a quien pese».

La Academia sueca optó, ahora, por reconocer un estilo original, una temática autobiográfica, una apuesta por la libertad de escribir, la recuperación de toda memoria. Un reconocimiento al hecho de vivir sin adjetivos, con entereza y dignidad, y contarlo. Por algo, los siempre ingeniosos creativos de las campañas de la librería Gandhi, concluyeron: «La vida de Annie Ernaux ganó el Nobel».

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