Por Raúl Asís Monforte González
Mérida, Yucatán, 13 de julio de 2022.- Tanto en la vida personal, como en los negocios, es muy conveniente tener un propósito que guíe nuestros pasos hacia un destino trascendente.
Probablemente ya lo tengas, y si es así, ¡felicidades! Pero, ¿está planteado de tal modo que puedas aprovechar todo su poder?
En algunas organizaciones le llaman la misión, el objetivo, la razón de ser, o de otras muchas maneras. Las empresas que no hacen con él algo más que publicarlo en su sitio web o colgarlo bellamente enmarcado en alguna de las paredes de su edificio sede, es muy difícil que puedan explotar todo su potencial.
El propósito, tiene la capacidad de enlazar a las personas alrededor de una convicción compartida acerca de la identidad, el significado y la misión para la cual fue creada la organización. Cuando el propósito corporativo es claro y consistente, impulsa la colaboración, la innovación y el crecimiento, incentiva que los colaboradores se enfoquen y se comprometan, genera clientes satisfechos y leales, ayuda a tener un mejor desempeño financiero, pero por encima de todo, contribuye a generar valor para todas las partes interesadas.
El verdadero poder del propósito se despliega cuando se comparte por todos en la organización, y engendra acciones. A partir del propósito, la empresa encuentra su identidad, define su papel en el mundo y en la sociedad, y establece los motivos por los cuales ese papel es significativo y valioso.
El propósito marca la diferencia en las organizaciones, solamente si consigue cambiar la manera en que las personas operan. Para que tenga un impacto transformador y duradero, el propósito tiene que fortalecerse, y pasar de ser una mera declaración de intenciones a convertirse en una serie de acciones consistentes que producen beneficios tangibles.
Dos condiciones son indispensables para que el propósito sea efectivo, que la persona que ocupa la más alta posición en la administración se comprometa fuertemente, y que toda la estrategia de negocios gire alrededor de él. La autenticidad, coherencia, e integridad subyacentes al propósito, serán el verdadero soporte de sus tres dimensiones: identidad, significado y misión.
Existen tres procesos que activan esas dimensiones, el conocimiento, la internalización y la contribución. Las personas se sienten inspiradas cuando el propósito arroja luz sobre las prioridades de la organización y conduce sus acciones desde el corazón. La empresa tiene que permanecer fiel a su propósito, aún cuando hacerlo perjudique la obtención de beneficios económicos. Los empleados necesitan entenderlo y conectarlo con sus propios valores, para luego identificarse y contribuir con él.
Cuando el propósito se internaliza, el trabajo diario adquiere significado y lleva a los colaboradores a tomarse como una responsabilidad individual el alcanzarlo, porque reconocen que vale la pena hacerlo. Es entonces cuando asumen un liderazgo que ejerce una influencia positiva en sus colegas de muy diversas maneras.
Al imaginar el futuro, los líderes en las empresas tendrían que cuestionarse si sus sistemas y procesos administrativos, están ayudando u obstaculizando la consecución de su propósito. Cuando estos elementos están alineados, aportan claridad, generan confianza y refuerzan la autenticidad de su liderazgo, pero sobretodo, ¡marcan la diferencia!
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