El pleito de poder en el Macay (II Parte)

La falta de transparencia por parte de la Fundación Macay y la ausencia de visión para operarlo en los últimos años

Por Mitsuo Téyer Mercado

Mérida, Yucatán, 9 de agosto de 2021.- El Museo de Arte Contemporáneo Ateneo de Yucatán, a dos semanas de su simbólica e indefinida temporalidad de “clausura”, permanece de brazos caídos y, en consecuencia, su habitual oferta cultural (casi nula), por el recorte de recursos operativos y de mantenimiento.

Como ciudadanía somos exigentes con la rendición de cuentas y la transparencia de nuestro gobierno, ¿acaso no deberíamos también exigírselas a todas las personas que reciban dinero público generado de nuestros impuestos? ¿Bajo qué privilegios se continúa usando un espacio público como si fuese privado?

La Fundación Cultural MACAY es un claro ejemplo de cómo un espacio público puede sufrir privatización ante la incapacidad de quienes están involucrados en su administración. Como se expresó en la columna anterior, hacer cultura con dinero ajeno está muy bien y si es público…mucho mejor. No obstante, las verdaderas gestorías y empresas culturales saben que detrás de una obra, exhibición o escenario, un artista ha dejado media vida y otro tanto de patrimonio.

La comunidad artística y la ciudadanía en general no siente suyo el museo. Lamentablemente queda muy poco de la visión del primer director el Arquitecto Miguel Madrid, quien creó un espacio con mística (y con presupuesto también) en donde generaciones de meridanos aprendimos de arte y cultura. Eran otras épocas y, como todo en la vida, hay que evolucionar o morir.

Y es así como llegamos a esta muerte simbólica de un espacio cultural, cuando en realidad debería de ser de una fundación. Hay una frase popular que dice: “Si no puedes, renuncia”. El Ateneo pudiera ser detonante de varias empresas culturales, dinámicas y viables en manos de alguien con creatividad para hacerlo con poco dinero. Justamente de eso se trata ser una persona gestora de cultura y arte.

Hay una vieja máxima que sigue imperando en los círculos del poder público y privado: “el que paga manda”; sin embargo, hay otro mandato que se utiliza cuando hay manejo de recursos públicos y que además está sentado en la ley: la TRANSPARENCIA, esa que la Fundación ha dejado olvidada los últimos dos años. Y no, aquí la omisión de publicar sus obligaciones de transparencia no tiene nada que ver con la pandemia.

La crisis por Covid-19 nos ha enseñado que las prioridades cambian de acuerdo con las necesidades de la población; difícilmente el gobierno (sea local o federal) gastará en una institución privada y poco transparente, por encima de la adquisición de insumos médicos o de la inversión en hospitales públicos. La cultura, tal como lo establece la línea federal, pasa a segundos términos en los gobiernos pragmáticos.

Ante la falta de una auditoría pública desde hace dos años sobre cómo ha gastado la fundación los recursos públicos recibidos, el Gobernador Vila ha ganado esta partida a los Ponce en la disputa del poder. Bastaría con una carta al Indaabin (Instituto de Administración y Avalúo de Bienes Nacionales) para solicitar el espacio que por derecho nos pertenece a todas las personas de Yucatán.

También, la 4T podría “devolverle al pueblo lo robado” para fomentar la cultura y el arte, o bien, solicitar que dejen de andar gastando en rentas carísimas en sus oficinas fifis. En concreto el Ateneo, no el Museo, le pertenece al Gobierno Federal y hoy no sirve para nada más que ser el centro de una pelea que está perdida desde que empezó.

Por el bien del estado, los empresarios solo tienen un camino: o le meten de su cartera y lo subsidian, o lo devuelven para el uso y disfrute de todos los que vivimos en Yucatán. Es lo mínimo que la Familia Ponce podría hacer de una forma ética, moral y sustentable para devolverle al estado un poco de la gigantesca fortuna que han extraído desde las mismas entrañas de su tierra.