La pandemia no es un castigo de Dios, dijo el Arzobispo de Yucatán al oficiar la misa por la Patria

Por Rafael Gómez Chi

—Señor, ten piedad —respondió la feligresía, de apenas poco más de cien personas, contando autoridades, cófrades y reporteros, al iniciar la primera misa en seis meses de pandemia.

El arzobispo Gustavo Rodríguez Vega ofició en la Catedral con cubrebocas. Detrás, la mirada del Santo Cristo de la Unidad, clavado en la cruz de casi cinco metros de altura. Delante, Nuestra Señora de Yucatán.

La entrada, sanitización obligatoria, gel en las manos y la temperatura corporal. “Pónmelo en la cabeza, quiero olvidar el mal rato en el transporte público”, bromeó el cronista cuando le tomaron la temperatura.

El desaguisado del alba fue el pésimo servicio de transporte urbano que presta la Alianza de Camioneros de Yucatán en las rutas de la 42 Sur, porque los choferes evitan la ruta una vez que alcanzan su cupo, sin importarles si vas a bajar en algún punto del trayecto original.

Lo bueno del caso es que el paradero sólo se alejó dos esquinas del mercado San Benito, de modo que la caminata no fue como las de otros, kilométrica.

En el templo, la secretaria general de Gobierno, María Fritz Sierra, y el alcalde Renán Barrera Concha. En el púlpito, el arzobispo y el vicario general Justo Ceballos Uh.

Después de las lecturas de las cartas de San Pablo a los Corintios, el cura leyó el Evangelio Según San Lucas, donde Jesús resucita a un muerto diciéndole “joven, yo te lo mando, levántate”. Después el prelado se colocó la mitra para dar la homilía. Y empezó a leerla en maya, en su teléfono, con una pronunciación que ya hubiera deseado más de un yucateco.

La misa coincide con la fiesta por la patria y la de Nuestra Señora de los Dolores.

—Ha sido un verdadero sufrimiento para muchos católicos ver las puertas cerradas de los templos y no poder ir a la eucaristía. Ha sido un dolor hablar delante de una cámara, aun sabiendo que miles de laicos seguían la eucaristía —declaró.

—El sufrimiento era para el pueblo de Dios en general, pero fue un mal necesario para cuidarnos y protegernos en esta pandemia que todavía no acaba. Gracias a Dios que hemos llegado a un momento en que se han podido abrir negocios y que la iglesia abre sus puertas, pero hay que proceder con cautela —indicó.

El Prelado destacó que “muchos no creen hasta que alguien en su familia o ellos mismos se han visto contagiados, pero no es cuestión de creer o no creer, es una realidad palpable. Pediremos por las autoridades civiles, pero especialmente con más fuerza en este tiempo porque han necesitado de mucha sabiduría para tomar las mejores decisiones a favor de nuestro pueblo; fortaleza para las contradicciones y críticas de los que no han comprendido las medidas, y por eso necesitan de nuestra oración”.

Consideró que en algunos lugares las autoridades civiles no han estado a la altura de las circunstancias, gracias a Dios aquí sí, aunque haya medidas dolorosas, los hemos visto comprometidos.

Por ello, pidió darle gracias al Señor “por todo lo bueno que hemos tenido, no sólo por las autoridades, sino por los que se preocuparon por sus hermanos. También a esos sacerdotes que mantuvieron a las secretarias y a los sacristanes para que no pierdan sus empleos”.

—Hemos visto el gran sacrificio de los médicos y del personal de enfermería en la pandemia. Cuando a los niños y a las niñas les preguntas por los héroes de la Patria, se confunden, los mayores fuimos educados en una historia en la que los héroes de la patria eran perfectísimos, pero ahora sabemos que eran seres humanos con errores. El juicio suele ser equivocado con todos. Pero ahora con claridad y objetividad coincidimos que los médicos y el personal de enfermería se han comportado como héroes, y los que han perdido la vida pueden ser considerados como mártires

Entonces el arzobispo alzó la voz—: Esto no es un castigo de Dios, pero sí una gran oportunidad para volver a Dios, una gran oportunidad para reconsiderar el valor y el respeto de nuestra casa común, la naturaleza.

Y recordando que el Papa Francisco ya nos había llamado a eso, aún así hubo intereses económicos de algunos, los políticos y la ignorancia de muchos nos hacía seguir descuidadlo el planeta, ojalá, que la pandemia nos haga reflexionar, cuando pase no podemos volver a la misma normalidad, sino a una nueva, con hombres y mujeres nuevos, con nueva mentalidad, más conciencia del ser y la presencia de Dios, del valor de cada ser humano.

—Ojalá el Grito nos quite la parálisis. México necesita gente nueva, que sirva para cualquier persona, que el Señor haga de cada uno de nosotros verdaderos patriotas, que sirvan al prójimo.

Acabada la homilía y las ofrendas, los feligreses dieron gracias al Señor, junto con el Padre Nuestro. Y la hostia ya no se entregó en la boca ni la paz se dio con un saludo de manos, sino con las palmas en el pecho, en la festividad de María, Nuestra Señora de los Dolores.