Por Rafael Gómez Chi
Mérida, Yucatán, 13 de noviembre de 2025.– El gobernador Joaquín “Huacho” Díaz Mena parece decidido a mover las piezas de su gabinete cuantas veces considere necesario. Según sus propias palabras, el ejercicio de gobierno es un organismo vivo que requiere ajustes constantes para responder a los retos del momento. La pregunta es inevitable: ¿cuánto de estos cambios busca realmente mejorar el servicio público y cuánto responde a la necesidad de mostrar acción ante la ciudadanía?
Cuando en su Mañanera advierte que “vendrán muchos otros ajustes” y habla de un gobierno “dinámico y cambiante”, el mensaje no sólo va hacia fuera: también suena a jalón de orejas para su equipo. Más que simples reacomodos administrativos, estas decisiones envían una señal interna clara: quien no esté a la altura de las circunstancias, difícilmente tendrá cabida en este gobierno.
Díaz Mena ha repetido que su exigencia para los funcionarios se resume en dos palabras: honestidad y transparencia, como condiciones para que la ciudadanía perciba la transformación prometida. Pero a un año de haber iniciado la administración y a dos meses del primer informe, el discurso empieza a competir con los resultados concretos: obras que se vean, servicios que funcionen, conflictos atendidos y cercanía con la gente.
No es extraño que haya movimientos en la administración pública, pero lo habitual es que los reacomodos mayores en el gabinete ocurran a partir del segundo año. En este caso, los ajustes se adelantan. El relevo en el Patronato Cultur, con la salida de Clemente Escalante Alcocer y la posible llegada de un funcionario premiado por su desempeño en turismo, ilustra la lógica que parece seguir el gobernador: combinar reconocimientos con estrategia y colocar perfiles mejor valorados en posiciones clave.
Sin embargo, la eficacia de estos cambios no se medirá en los anuncios, sino en la vida cotidiana de los yucatecos. La ciudadanía observará si los ajustes se traducen en mejores resultados o si se quedan en movimientos de ajedrez político para ganar tiempo. De aquí al primer informe, cada dependencia estará bajo examen: los responsables deberán demostrar que están a la altura de las expectativas que el propio mandatario ha elevado.
Al final, el mensaje de Huacho a su gabinete parece ser tan sencillo como contundente: el gobierno puede ser dinámico, pero no a costa de la paciencia ciudadana. El jalón de orejas ya se dio y fue público; ahora falta ver si las piezas que se muevan responden a un verdadero ánimo de mejorar el gobierno o si la gente termina viendo los cambios como más de lo mismo, con otros nombres en las mismas sillas.