Mérida, Yucatán, 24 de octubre de 2025. – El aire de Plaza La Isla Mérida se impregnaba con un aroma irresistible. El crujido del aceite caliente se mezclaba con el murmullo lejano de los compradores y el golpeteo suave de bandejas sobre el mostrador. Donato Fried Chicken abría sus puertas, y la ciudad parecía detenerse a respirar su promesa.

Dentro, los colores cálidos invitaban a quedarse. Dorados intensos del pollo recién salido de la freidora contrastaban con los tonos rojos y amarillos del local, mientras los buckets familiares apilados en la barra parecían esperar impacientes su turno de alegrar una mesa. El Nashville desprendía un perfume especiado y audaz; el Lemon Pepper flotaba sutil, fresco, casi cítrico; y el Kentucky olía a hogar, a fin de semana compartido.

El ambiente era un concierto de sonidos: risas tímidas de quienes daban el primer bocado, el eco de vasos llenándose de refresco y el leve chasquido de los aderezos al destaparse. Sobre todo, el pollo frito crujía como si contara su propia historia, invitando a probarlo sin demora.

Entre aromas dulces de Honey Mustard y el toque ahumado del Jack Daniels, el lugar vibraba con la promesa de momentos sencillos y felices. Cada rincón parecía decir que aquí, entre olores que despiertan recuerdos y sonidos que acarician el apetito, el tiempo sabía distinto: sabía a pollo crujiente y a alegría servida en familia.

