Por Redacción
Yaxcabá, Yucatán, 18 de marzo de 2025.- Por casi dos días, la tranquilidad del pueblo de Yaxcabá se vio empañada por la angustia: un niño de apenas dos años se había extraviado misteriosamente del patio de su casa, una vivienda humilde que colinda directamente con el vasto monte yucateco.
De inmediato, la Policía Estatal y autoridades del municipio desplegaron un intenso operativo, peinando palmo a palmo el terreno. Sabían que el tiempo jugaba en contra y que el monte, ese ente verde y denso que rodea la vida diaria del pueblo, no siempre revela sus secretos fácilmente.
Sin embargo, para los pobladores, la búsqueda no solo era cuestión de estrategia y logística. Había algo más profundo, un respeto ancestral que se respira en cada sendero y cada árbol del monte maya. Porque en esta tierra se sabe que el monte tiene dueños: los aluxes, pequeños guardianes que habitan en sus entrañas, invisibles a los ojos de quien no cree, pero poderosos para quienes han oído sus historias.
“Al monte no se entra sin pedir permiso”, dicen los ancianos. “Si no, te puedes perder.”
Con el paso de las horas, mientras las autoridades seguían buscando, muchos en Yaxcabá comenzaron a murmurar que tal vez no fue un simple descuido. Que quizás los aluxes, traviesos, pero también sabios, habían llevado al pequeño consigo, probando su corazón.
Finalmente, tras 48 horas de tensión, esperanza y oración, el niño fue hallado sano y salvo, no lejos de donde había desaparecido. La alegría y el alivio invadieron no solo a su familia, sino a toda la comunidad. Pero para los habitantes de Yaxcabá, el hallazgo no fue solo fruto del esfuerzo humano, sino también de la decisión de los dueños del monte.
“El monte lo devolvió”, dijeron algunos. “Los aluxes vieron que era un alma inocente, sin malicia, y permitieron que regresara a casa.”
Así, la historia de la desaparición del niño se convierte en una más de las muchas crónicas donde lo real y lo mágico conviven, recordándonos que en Yucatán, la selva no es solo naturaleza, ya que según relatos y leyendas se dice que es un mundo con reglas propias, habitado por seres que aún exigen respeto, ofrendas y fe.
Y quizás, después de este suceso, más de uno volverá a dejar su ofrenda antes de adentrarse en el monte.