Litio, ¿el paraíso sostenible o el infierno reciclado?

Por Raúl Asís Monforte González

En múltiples ocasiones he afirmado que un componente clave de los sistemas eléctricos del futuro, será el almacenamiento de energía en baterías de litio. Todos quienes estemos medianamente informados en este tema, sabemos con certeza que así será. Pero debemos reconocer que aún existe una amplia brecha entre la promesa de las baterías de litio como una alternativa ambientalmente consciente a las formas de energía basadas en hidrocarburos, y la realidad que continúa preocupando a muchas personas actualmente. 

Hoy, una gran cantidad de dispositivos que utilizamos en nuestra vida diaria, dependen de alimentarse de energía a partir de una pila de iones de litio, desde un sinnúmero de aparatos electrónicos de uso personal, vehículos cuya fuerza motriz es la electricidad, y ahora hasta sistemas centralizados de almacenamiento para suministro masivo de energía eléctrica. La demanda no solo es creciente, sino que se estima que será multiplicada varias veces en el transcurso de la presente década. 

Las implicaciones sociales, políticas, económicas y medioambientales que ocasionará este explosivo crecimiento, no pueden ni deben ser ignoradas. Necesitamos asegurarnos de que al llegar el final de su vida útil, los metales y otros compuestos que son utilizados como materia prima para su producción en masa, y que tienen el potencial de ser extremadamente peligrosos si no se dispone de ellos adecuadamente, no se conviertan en una amenaza sanitaria y ambiental, y todo el asunto acabe como un simple intercambio de fuentes de energía, pero siendo la nueva tan sucia como la antigua. 

Las principales materias primas para fabricar baterías de iones de litio son, por supuesto, el mismo litio, pero también el cobalto, níquel, manganeso y grafito, materiales que se concentran principalmente en países con normatividad laboral y medio ambiental poco clara o francamente inexistente, lo que sujeta a la población local, al riesgo de padecer una alta vulnerabilidad a la explotación, inequidad, amenazas sanitarias y trabajo infantil. 

Diversos analistas calculan que la cantidad de baterías de litio disponibles para su reciclaje o su adecuada disposición, podría pasar de ciento cincuenta mil toneladas registradas en 2020, a más de 3.8 millones de toneladas por año en 2030. 

Uno de los métodos usados hoy en día en el intento de aminorar la cantidad de materiales peligrosos que terminan en los rellenos sanitarios, es un proceso térmico que consiste en incinerar las baterías gastadas, lo que arroja como resultado la recuperación de entre un 40% y un 50% de materiales que pueden ser re utilizados, y la volatilización prácticamente de la totalidad del litio. Este método no solo es energéticamente intensivo, sino que genera una gran cantidad de residuos tanto sólidos como gaseosos. 

En este contexto, las esperanzas se cimientan en el desarrollo de técnicas más efectivas. En particular destaca una tecnología que se acerca más a los principios y objetivos de la economía circular, con el cual las baterías pueden ser enviadas a centros de recuperación de recursos para ser pasadas por un proceso, primero de trituración mecánica, seguido de otro químico e hidrometalúrgico. Se trata de un proceso innovador, que podría estar recuperando exitosamente más de un 95% de la materias primas, para ser incorporadas nuevamente a la cadena de suministro.

Si esta tecnología o alguna otra similar, alcanza pronto la madurez comercial, podría modificar por completo la forma como hoy se trata a las baterías de litio al finalizar su ciclo de vida, y significar un verdadero alivio para muchos de los impactos negativos que tiene la minería y producción de estos materiales.

En resumen, conforme las baterías de litio continúan bajando de precio y se sitúan como el elemento estratégico en la satisfacción de las necesidades de energía eléctrica a nivel mundial, los científicos, investigadores e innovadores tendrán que enfocarse en optimizar los procesos de reciclaje, para asegurar que estas baterías no hereden a la humanidad un legado de destrucción ambiental y disturbios sociales tan infernal como sus antecesores: los combustibles fósiles. 

Tengo motivos para conservar muy alta la confianza de que éste desafío, será claramente superado. Confío en la ciencia y en los avances tecnológicos. A pesar de todo, aún confío en la humanidad.

© Copyright 2021. Raúl Asís Monforte González. Todos los derechos reservados. Mérida, Yucatán, a 20 de marzo de 2021
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