Por Kristel Guzmán
Las recientes declaraciones del secretario de Seguridad Pública de Playa del Carmen, Raúl Tassinari González, al referirse a los yucatecos como “chismosos”, invitan a una reflexión más profunda sobre la cultura de la comunicación en Yucatán y su impacto en la seguridad. Si bien las palabras del comandante pueden haberse tomado a la ligera, su afirmación destaca un aspecto fundamental: la interacción social y la cohesión comunitaria son vitales en la construcción de un entorno seguro.
Yucatán, a menudo elogiado por su baja tasa de criminalidad y su alto nivel de paz, evidencia que la cercanía entre los ciudadanos tiene efectos positivos en la seguridad pública. En un estado donde los niveles de homicidio son comparables a los de muchos países europeos, la capacidad de los yucatecos para compartir información rápidamente juega un papel crucial en la prevención del delito. Este “chisme”, lejos de ser un simple rumor, se transforma en un mecanismo de vigilancia comunitaria que fortalece la confianza entre vecinos y fomenta una cultura de responsabilidad compartida.
La seguridad en Yucatán no es solo una cuestión de estadísticas; es un reflejo de los valores que caracterizan a su gente. La solidaridad, la comunicación abierta y la disposición a actuar ante una amenaza son elementos que, al ser cultivados, generan un entorno en el que la violencia encuentra menos espacio para proliferar. Esta cohesión social, unida a un consenso político en torno a la seguridad, ha permitido que las autoridades mantengan un enfoque efectivo y sostenido en la lucha contra la criminalidad.
Un ejemplo entrañable de esta cultura de cercanía y comunicación es la práctica de “tomar el fresco”. Salir a las aceras en las tardes y noches cálidas, con sillas dispuestas para disfrutar de la brisa, crea momentos únicos de convivencia. ¿Quién no recuerda con cariño la imagen de sus abuelos, tíos y padres compartiendo risas y anécdotas? Esta costumbre, que tiene sus raíces en pueblos de España como Andalucía y Mallorca, ha encontrado un lugar especial en la península de Yucatán. Al fortalecer los lazos vecinales, “tomar el fresco” no solo enriquece nuestras vidas a nivel personal, sino que también desempeña un papel vital en la seguridad de la comunidad.
Comparando la situación de Yucatán con la de otras entidades, como Quintana Roo, es evidente que el éxito no se basa únicamente en factores geográficos o estructurales, sino en la capacidad de los ciudadanos de unirse por un bien común: la paz. En este contexto, el “chisme” adquiere una nueva dimensión. Más que un mero intercambio de rumores, se convierte en una forma de comunicación vital que refuerza los lazos comunitarios. Los yucatecos comprenden que, al compartir información, están contribuyendo a la seguridad de todos.
La cultura de la comunicación en Yucatán es un ejemplo de cómo los valores pueden transformar la percepción de la seguridad. En tiempos en que la violencia y la inseguridad son temas recurrentes en el país, el modelo yucateco nos muestra que el camino hacia un entorno seguro radica en la unión de la comunidad, en la proactividad de los ciudadanos y en la construcción de confianza en las instituciones.
Las palabras del comandante Tassinari nos invitan a revaluar la forma en que entendemos la comunicación en nuestras comunidades. El “chisme”, en su mejor forma, es una herramienta poderosa que puede ayudar a mantener la paz y la seguridad. Así, celebramos los valores de Yucatán y su capacidad para convertirse en un faro de seguridad en un país que enfrenta retos complejos. En Yucatán, el chisme no solo es parte de la cultura; es un vehículo para la seguridad y un recordatorio de que, juntos, podemos construir un futuro más seguro y pacífico.