Por Rafael Gómez Chi
Mérida, Yucatán, 19 de octubre de 2022.- Marcelo Sanguinetti Briceño eligió morir un miércoles, justo en el día en que la tradición mandaba a la hoguera a Juan Carnaval y se leía su testamento.
Pasó los últimos días en una cama de hospital, intubado, y expiró a eso de las 15:30, casi a las mismas horas que solían terminar los desfiles de las carnestolendas el domingo y el martes.
La última vez que lo vi en un paseo fue en X´Matkuil. Fue lunes de carnaval de 2020. Montó un triciclo imitando a un tamalero, pero lo hizo tan bien y tan real que los tamales eran de verdad. Muchísima gente que estaba tomando sus chelas a lo largo del derrotero recibió un tamalito de obsequio. La comparsa de Jacarandoso también fue una de las más extensas y aplaudidas de la noche, de esa noche.
Mi hija tiene un recuerdo non grato de su participación porque una noche de esos lunes regionales Marcelo le obsequió media china al pasar frente a nosotros y a la niña le ocasionó un malestar estomacal.
La noticia de su muerte nos llegó como un rumor en el momento en que junto con los periodistas Ronald Rojas y Rigel Alonzo dábamos una charla con estudiantes de la Universidad del Sur, Campus Santa Lucía, hablando precisamente del rumor en la prensa.
Curiosamente, años atrás, dando yo otra plática sobre periodismo a otros estudiantes, me llegó un mensaje al teléfono celular informándome de la muerte de El Cadáver, otro ícono de los carnavales porque organizaba la comparsa de tamborileros que cerraba los desfiles.
Ya se han ido Marcelo y El Cadáver. También Pompidú y Moncho Cruz. ¡Qué tiempos aquellos cuando el carnaval de San Sebastián era un desmadre de música, cumbias, bebidas, puñetazos entre aquella banda gruesa al amparo de la Sonora Santanera el sábado de fantasía!
Marcelo eligió llamarse Jacarandoso en 1980, cuando fue Rey Feo por primera vez y así se mantuvo. Volvió a ser Rey Feo en el año 2000 y participó por muchos años, incluso a regañadientes porque, como el cronista, nunca gustó que el desfile haya sido trasladado a X´Matkuil.
Aún así nunca perdió el ánimo. Decía que la fiesta había que llevarla en el interior y creo que por eso armaba una comparsa que la prensa siempre magnificaba, así sea de 150 personas o de 400.
Muchos años me tocó ir a entrevistarlo a su domicilio, a ver cómo se preparaban los bailes, el espectáculo de ese año, pero nunca me mostró sus trajes sino hasta que aparecía la noche del sábado convirtiendo la fantasía en una realidad.
Marcelo fue pasando de una simple espaldera a una estructura metalizada que por debajo arrastraban hasta cinco ayudantes. Siempre espectacular, vistoso. ¡Es carnaval no un entierro!, decía a los más cercanos.
Jacarandoso no solía participar los viernes de corso, se reservaba a la fantasía del sábado y los lunes escogía bien las estampas de la cultura del yucateco, fue un panadero, un chinero, un elotero. Un mestizo con alpargatas chillonas y delantal.
Hoy se fue. Es probable que en el 2023 esté mejor el carnaval en el cielo que en la capital yucateca con las tarolas de El Cadáver y las figuras de Pompidú, Moncho Cruz y Marcelo.