«Joseph Anton», alias Salman Rushdie o la difícil elección de un condenado

Perseguido a más no poder, Rushdie perdió hasta el nombre. Desde hace diez años publicó sus memorias bajo el nombre de «Joseph Anton» y recientemente, con el ataque que sufrió hace unos días, recobra notoriedad esa fuga

Por David Tovilla

Para Mariana: por ayer, hoy y mañana

Mérida, Yucatán, 23 de agosto de 2022.- En 2012, Salman Rushdie publicó el volumen Joseph Anton, memorias. Un recuento pormenorizado que va desde los días en que se ordenó su ejecución por parte de los autócratas iraníes hasta cuando pudo caminar sin guardaespaldas en las calles de Estados Unidos, una década después.

Si bien el objetivo fue dar su perspectiva de lo mucho que ocurrió y se ha dicho durante décadas, anotó también: uniones y desencuentros matrimoniales; cómo fueron concebidos cada uno de sus libros hechos hasta ese momento; la percepción negativa que se creó de él para presionarlo a cumplir todas las exigencias de sus acosadores; la prioridad de los gobiernos en hacer política por encima de su situación precaria.

¿Por qué Joseph Anton?

Rushdie, como todo perseguido, perdió hasta el nombre. Se vio en la necesidad de elegir uno que cumpliera los protocolos de la seguridad británica. Narra: «Pensó en los escritores que veneraba y probó combinaciones con sus nombres. Vladimir Joyce. Marcel Beckett. Franz Sterne.

Elaboró listas de combinaciones como ésas, y todas le parecieron ridículas. Por fin encontró una que no se lo parecía. Anotó, uno al lado del otro, los nombres de pila de Conrad y Chéjov, y allí estaba, su nombre para los siguientes once años: Joseph Anton.

«Joseph Anton. Intentaba acostumbrarse a lo que se había inventado. Se había pasado la vida poniendo nombre a personajes ficticios.

Ahora, poniéndose nombre a sí mismo, se había convertido también él en una especie de personaje ficticio. Conrad Chéjov no habría servido. Pero Joseph Anton era alguien que podía existir. Que ahora existía».

¿Por qué escribir sobre Mahoma?

En medio de la persecución, hasta escritores de renombre aseguraron que Rushdie había escrito una novela con el objetivo pensado de crear polémica para ganar notoriedad. El escritor da cuenta de que, abordar el tema, fue un asunto desde su juventud: a los veinte años, cuando estudió en Cambridge: «En los exámenes finales de historia debía elegir tres materias especiales entre una amplia selección y concentrarse en ellas.

»Una materia, ofrecida ese año por primera vez, que se titulaba Mahoma, el surgimiento del islam y los inicios del califato. En 1967 eran pocos los estudiantes de historia en Cambridge interesados en el Profeta del islam, tan pocos, a decir verdad, que el profesor designado para ese curso suspendió las clases propuestas y declinó supervisar a los escasos estudiantes que habían elegido esa asignatura. Ésa era una manera de decir que la materia ya no era una opción disponible, y debía escogerse otra.

»En efecto, los demás alumnos renunciaron a centrarse en el estudio de Mahoma y buscaron otra cosa. Si la materia se ofrecía, no podía eliminarse mientras hubiese un solo estudiante que deseara cursarla; ésa era la norma. Y él (Rushdie) quería cursarla.

»La materia especial sobre Mahoma, el surgimiento del islam y los inicios del califato no se había ofrecido antes; y ese año académico, 1967-1968, sólo la cursó ese testarudo alumno; y al año siguiente, dado el escaso interés demostrado, no volvió a ofrecerse.

»Estudió la vida del Profeta y el nacimiento de la religión como acontecimientos en el marco de la historia, analíticamente, con criterio, como es debido. Podría haberse concebido expresamente para él».

Por eso, Rushdie se indignaba con las voces que buscaron presentarlo como el agresor de la religión islamita: «Escribir el libro le llevó más de cuatro años. Después, cuando la gente intentó reducirlo a un insulto, deseó contestar: Puedo insultar a la gente mucho más deprisa que eso. Pero a sus adversarios no les pareció extraño que un escritor serio dedicase una décima parte de su vida a crear algo tan burdo como un insulto.

»Por eso se negaron a verlo como un escritor serio. Para lanzar el ataque contra él y su obra, era necesario presentarlo como una mala persona, un traidor apóstata, un aspirante sin escrúpulos a la fama y la riqueza, un oportunista cuya obra carecía de méritos, que atacaba el islam por su propio beneficio personal. Ése era el significado de la reiteradísima frase: Lo hizo aposta (adrede)».

¿Cuáles son los versos satánicos?

La expresión versos satánicos no es autoría de él, aunque le pareció de interés y de ahí que así titulara a su libro. Es un episodio que encontró en su indagación universitaria y luego decidió utilizarlo en su novela.

Un bloque en donde El Corán reconocía a tres diosas, adoradas en tres templos que después se eliminó para subrayar una religión del patriarcado: «Los documentos históricos son incompletos, pero la mayoría de las principales recopilaciones de hadices o tradiciones sobre la vida del Profeta —aquellos recogidos por Ibn Ishaq, Waqidi, Ibn Sa’d, Bujari y Tabari— narran un incidente que más tarde se conoció como el incidente de los versos satánicos.

»El Profeta bajó de la montaña un día y recitó la sura (número 53) titulada An-Najm, la Estrella. Contenía estas palabras: ¿Habéis considerado, pues, alguna vez qué es lo que adoráis en al-Lat y al-Uzza, y en al-Manat, la tercera y última de esta triada? Ellas son las aves ensalzadas, y su intercesión es muy deseable.

»Posteriormente regresó a la montaña y, al bajar, avergonzado, declaró que en su visita anterior había sido víctima de un engaño; el Diablo se le había aparecido bajo la forma del arcángel, y por consiguiente los versos que le había transmitido no eran divinos, sino satánicos, y debían eliminarse del Corán inmediatamente.

»En esta ocasión el ángel le había llevado unos nuevos versos de parte de Dios, que debían sustituir a los versos satánicos en el gran libro: ¿Habéis considerado, pues, alguna vez qué es lo que adoráis en al-Lat y al-Uzza, y en al-Manat, la tercera y última de esta triada? ¡Cómo! ¿Para vosotros escogeríais sólo varones, mientras que a Él le asignáis hembras? ¡Pues sí que es injusto ese reparto! Estos supuestos seres divinos no son sino nombres vacíos que habéis inventado —vosotros y vuestros antepasados— y para los cuales Dios nunca ha hecho descender autorización. Y de este modo se depuró de la Recitación la obra del Diablo.

»Buena historia, pensó al leer sobre eso. Ya por entonces soñaba con ser escritor, y archivó esa buena historia en el fondo de su mente para tenerla en cuenta en el futuro. Veinte años más tarde descubriría hasta qué punto exactamente era una buena historia».

¿Cómo explicar la persecución?

Los autócratas polarizan, siembran el odio todos los días, mienten sin medida, inventan enemigos para que la gente vea hacia otro lado y no su miseria humana y su perversidad.

Eso piensa Salman Rushdie que era la motivación real de la convocatoria a asesinarlo: «Cuando el imán llegó al poder, asesinó a muchos de quienes lo habían ayudado a alcanzarlo y a todos aquellos que no eran de su agrado. Sindicalistas, feministas, socialistas, comunistas, homosexuales, prostitutas, y también a sus propios lugartenientes.

»Los versos satánicos incluían un retrato de un imán como él, un imán transformado en un monstruo cuya boca gigantesca devoraba su propia revolución.

»El verdadero imán había arrastrado a su país a una guerra inútil con el país vecino, y había muerto toda una generación, centenares de miles de jóvenes de su país, antes de que el viejo le pusiera fin.   

»Declaró que aceptar la paz con Irak era como ingerir un veneno, pero lo ingirió. Después de eso los muertos clamaron contra el imán y su revolución pasó a ser impopular.

»Necesitaba algo para volver a unir a los fieles y recuperar su apoyo, y lo encontró en un libro y su autor. El libro era obra del diablo y el autor era el diablo, y eso le proporcionó el enemigo que necesitaba. Ese autor era el diablo necesario para el moribundo imán»

¿Cuál es la convicción del escritor frente a la persecución?

Salman Rushdie lo expuso en un discurso ante la Academia sueca que otorga el Premio Nobel: una institución que guardó silencio frente a la condena a muerte.

En 1992, con motivo de su visita a Estocolmo, tuvo oportunidad de expresar ante ellos: «En el eje de la disputa en torno a Los versos satánicos, detrás de todas las acusaciones e insultos, había una pregunta de profunda importancia:

»¿Quién debe tener el control del relato? ¿Quién tiene, quién debería tener, el poder no sólo de contar los relatos con los que, y dentro de los que, todos vivimos, sino también de decir cómo pueden contarse esos relatos?

»Porque todo el mundo vivía por medio de relatos y dentro de relatos, las llamadas grandes narraciones. La nación era un relato, y la familia era otro, y la religión era un tercero. Como artista creativo, él sabía que la única respuesta a la pregunta era: Todas y cada una de las personas tienen, o deberían tener, ese poder.

»Todos deberíamos tener la libertad de llamar a capítulo a las grandes narraciones, discutir con ellas, satirizarlas e insistir en que cambien para reflejar los tiempos cambiantes. Deberíamos hablar de ellas de manera reverente, irreverente, apasionada, cáustica, o como nos viniera en gana.

»Ése era nuestro derecho como miembros de una sociedad abierta. De hecho, podría decirse que nuestra capacidad para recontar y re-hacer el relato de nuestra cultura era la mejor prueba de que nuestras sociedades eran en efecto libres.

»En una sociedad libre, la discusión en torno a las grandes narraciones nunca cesaba. Lo importante era la propia discusión. La discusión era la libertad. Pero en una sociedad cerrada aquellos que poseían poder político o ideológico intentaban poner fin a esos debates.

»Os contaremos el relato, decían, y os explicaremos lo que significa. Os explicaremos cómo debe contarse el relato y os prohibimos que lo contéis de ninguna otra manera. Si no os gusta cómo contamos el relato, sois enemigos del Estado o traidores. No tenéis derechos. ¡Pobres de vosotros! Os perseguiremos y enseñaremos el significado de vuestro rechazo».

La Academia sueca se tardó veintisiete años para pronunciarse en contra de la amenaza iraní. Lo hizo hasta 2016.

La ilusa extinción de Joseph Anton

En 1998, por un acuerdo entre los gobiernos de Reino Unido e Irán éste se compromete públicamente a no buscar la ejecución de Rushdie. Así que el escritor decide dejar el anonimato y las autoridades retirar la guardia personal:

«A las diez en punto de la mañana del miércoles 27 de marzo de 2002, Bob Sait y Nick Cottage se reunieron con él en el hotel Halcyon. En fin, Joe… —dijo Sait, y enseguida se corrigió—: Perdone, Salman. Como sabe, hemos mantenido esta protección por recomendación de los servicios de inteligencia hasta que llegara el momento en que ellos consideraran que era posible reducir el nivel de amenaza contra su vida evaluado».

En consecuencia, el último párrafo del libro Joseph Anton, memorias asienta: «De pie en la puerta del hotel Halcyon, vio marcharse los Jaguar (vehículos) de la policía. Recordó entonces que debía ir a ver a los agentes inmobiliarios de Westbourne Grove, firmar el contrato de alquiler de la casa de Colville Mews y echar otro vistazo al lugar. Muy bien, pues —pensó—, allá vamos. Salió del hotel Halcyon a la calle, Holland Park Avenue, y levantó el brazo para parar un taxi que pasaba». La ilusión de la libertad llegaba.

El problema es que la famosa fatwa que la Real Academia españoliza como fetua, y define así a la «decisión que da el muftí a una cuestión jurídica», no aplica al caso Rushdie porque la incitación a matarlo no es jurídica, sino religiosa. Lo ha explicado bien, en estos días, Mateo León en Pijamasurf.

Por lo mismo, los iraníes sólo han hecho política con algo que tienen claro. Por eso, después del acuerdo gubernamental de 1989; personajes no oficiales, en 2016, aumentaron la suma para premiar a quien matara al escritor.

Es de manual que los cobardes en el poder salgan a los medios a decir que no realizan persecuciones ni venganzas, porque los hacen sus extensiones, personeros y testaferros. La incitación fanática, religiosa, para asesinar a Salman Rushdie siempre ha estado vigente. Casi lo logran este 12 de agosto de 2022.

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