Debanhi reveló que México vive en falla humana masiva

Un análisis de los casos relacionados con la desaparición de mujeres y la falta de sensibilidad institucional para resolverlos, sin procesos eficientes y con una sociedad que reclama justicia

Por David Tovilla

Mérida, Yucatán, 26 de abril de 2022.- La rabia y el dolor que provoca el caso de Debanhi Escobar los padecen en carne propia, a diario, miles de familias mexicanas. El de ella llamó la atención por las preguntas que generó desde el primer momento. Interrogantes que lejos de responderse se incrementan aún después del lamentable hallazgo de sus restos. Lo peor es que, con la suma de inconsistencias, cualquier conclusión será acompañada de la duda.

La aportación de Debanhi será haberle recordado al mundo cómo se abordan las desapariciones en este país: sin seriedad ni profesionalismo, con incapacidad, torpeza y falta de sensibilidad institucional; como un caso más que se acumula, una estadística que crece, sin que nadie haga nada frente a ella.

Las respuestas son automatizadas ante cada nuevo caso mediático: ofrecen investigar, resolver, hallar a los responsables y dicen que lo atraerán a la federación, pero hasta hoy se registran casi cien mil casos reclamados y ¿cuántos de ellos se han resuelto y aplicado la ley? Tan sólo entre dos y seis por ciento.

Aparte de evidenciar la ausencia total de procedimientos eficientes para abordar una desaparición y un feminicidio, Debanhi reveló la gran tragedia: México, en su totalidad, vive una falla humana masiva. Las palabras con que el secretario de Seguridad de Nuevo León buscaba atenuar su responsabilidad no sólo aplican para aquel estado: es la situación de todo el país. Lo que se diga en contrario es verborrea. Por algo, la constante en las movilizaciones del domingo 24 de abril, en diversos puntos del país, fueron los testimonios de las madres que buscan a sus hijas y exigen justicia.

Los hechos dan la razón al reciente Informe del Comité contra la Desaparición Forzada de la ONU sobre su visita a México: «El Comité reitera su profunda preocupación porque se mantiene una situación generalizada de desapariciones en gran parte del territorio nacional, frente a la cual imperan una impunidad casi absoluta y la revictimización».

Contundente, agrega: «Hasta noviembre del año pasado, sólo un porcentaje muy pequeño de los casos de desaparición, entre el 2 y el 6 por ciento, habían resultado en procesos penales, y sólo se habían dictado 36 condenas en casos a nivel nacional».

El texto de Naciones Unidas subraya que el problema amenaza, de manera creciente, a la población femenil: «Las cifras oficiales muestran un incremento notable de desapariciones de niños y niñas a partir de los 12 años, así como de adolescentes y mujeres. Dichos casos corresponderían a desapariciones vinculadas con la sustracción de niños y niñas (dentro o fuera del ámbito familiar), a desapariciones como medio para ocultar la violencia sexual y feminicidio, al reclutamiento y a las represalias. Las víctimas y las autoridades también reportaron desapariciones que tenían por objetivo la trata y explotación sexual».

Desde luego que el problema no puede enfrentarse mientras no se reconozca. Más mujeres y hogares sufrirán en tanto la agenda que siguen los mexicanos tenga como prioridad la política como espectáculo, la vulneración de las instituciones y las obsesiones personales, contra los temas de fondo que afligen a todos.

Es más fácil, ver para otro lado o soltar otra bola de humo distractora que revisar las incapacidades estatales y la eficiencia delictiva: «El Comité recibió alegaciones de desapariciones ocurridas en el contexto carcelario. A manera de ejemplo, una madre reportó que su hija fue desaparecida tras haber ingresado al centro de detención para visitar a su pareja; la acompañó hasta la entrada del centro y la esperó hasta la finalización de la visita, pero de allí, nunca salió. Al consultar a las autoridades carcelarias sobre el paradero de su hija, afirmaron que no tenían información sobre ella».

Hay mucho por hacer, pero peor es continuar como hasta ahora: en la abulia. El desentendimiento trae consecuencias. Lo consigna el documento completo de la ONU: «Durante la visita, el Comité también notó que para muchas personas las desapariciones siguen siendo problema de otros. Como dijo una víctima, menor de edad: “Nunca había imaginado antes estar acá con ustedes hablando de la desaparición de mi mamá. No pensaba que esto existiera o que me podría pasar a mí. No es el tipo de cosas que te enseñan en la escuela. Cuando de pronto desaparece tu mamá, no tienes idea de lo que hay que hacer. Es una pesadilla que reinicia cada día”. Este testimonio ilustra la urgencia de informar aún más a la población de México en su conjunto sobre la realidad de las desapariciones y sobre lo que se debe hacer cuando una persona ha desaparecido. Al respecto, el Comité saluda las iniciativas desarrolladas, en su mayoría por víctimas y organizaciones de la sociedad civil, para difundir información sobre el tema. No obstante, su carácter loable, dichas iniciativas deben ir acompañadas por otras de mayor alcance».

Ya se apuntaba en un texto anterior: las grandes acciones para confrontar desapariciones y feminicidios provienen de los afectados. El gobierno sólo tiene una presencia para cumplir la formalidad. No hay una visión de Estado que lleve a todos a hacer algo urgente, impostergable, por sacar al país de esta falla humana masiva.

Hoy, las víctimas continúan con el esfuerzo y creatividad para mantener la búsqueda. Como se hace desde el portal cuartosvacios.mx. Un sitio que muestra qué ocurre en los hogares en donde una joven está ausente. El tiempo se detiene con la esperanza de que recupere su vida, sus objetos y querencias. Ahí está el cuarto de Zaira, quien por estos días cumple once años desaparecida: ordenadas su colección de zapatillas, su computadora en su hermoso escritorio blanco minimalista, sus regalos.

O la habitación de Perla, con su crucifijo, sus ángeles y peluches. La muñeca de Nimbe Selene, con la lona de sus XV años, su niño dios, sus lápices escolares. La gomita amarilla que Karla no alcanzó a consumir. Ellas están en los objetos, en el silencio estruendoso de la ausencia. Cada cuarto es acompañado con un video con las palabras de las madres que exponen los pormenores de las desapariciones. Familiares quienes, aún después de décadas, mantienen la esperanza de hallarlas vivas.

La página electrónica explica que las familias de las desaparecidas «además de vivir con el dolor deben lidiar con el problema económico que conlleva su búsqueda y la difusión de su caso. Cuando se pierde tu familiar, o trabajas o lo buscas. El objetivo de esta acción es generar donativos, consciencia y difusión».

Por eso, en una idea creativa, ofrecen los cuartos en renta. Más que vulnerar los recintos con presencias ajenas, se trata de visibilizarlos para obtener donaciones destinadas a la Asociación Mexicana de Niños Robados y Desaparecidos o directo a los familiares de las víctimas.

Debanhi volvió a exponer todas las deficiencias con que se abordan las desapariciones en México y evidenció las miserias humanas. La indignación que genera en torno suyo debiera ser la gota que derrame el vaso ante la inacción y chabacanería del Estado mexicano para decir, de verdad: ¡Hasta aquí! Esta es una causa nacional en espera de que muchos la hagan suya.

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