Deidad devuelta, la proeza de convertir palíndromos en poemas

Miguel Cocom vuelve a sorprender con su poesía, pero ahora se atreve a ir al derecho y al revés como si no tuviera nada más que hacer. Presenta Deidad devuelta con éxito

Por Rafael Gómez Chi

Mérida, Yucatán, 1 de abril de 2022.- A Miguel Ángel Cocom Mayén hay que tenerle envidia. Posee quizá lo más valioso que se puede tener en los universos, en caso de que haya muchos. Tiene tiempo. Y su más reciente libro, presentado anoche, lo confirma y lo desnuda. Deidad devuelta es un libro de palíndromos hechos poemas que uno se pregunta qué diablos tendrá Miguel Cocom en la cabeza y de dónde saca tanto tiempo para escribirlos.

Para los legos en estos temas, como el cronista, un palíndromo es una frase que puede leerse al derecho y al revés. Quizá el más común sea Anita lava la tina y eso porque está en los libros de Español de cuarto grado, pero en el caso de Deidad devuelta no hay posibilidad de reacción ante el pasmo con el que uno se sobrecoge al leerlo.

¿Cómo puede existir un sujeto en este mundo que sea capaz de escribir tales cosas? Si Víctor Hugo Morales se preguntó de qué planeta vino aquel barrilete cósmico del mundial de fútbol de 1986, el cronista se preguntaría de qué universo procede Miguel que es capaz de escribir no solo una o dos o tres palíndromos, ¡sino todo un libro y además de poemas!

Trate el caro lector de hacer un palíndromo, de buscar las palabras que vayan de un lado al otro sin perderse en incoherencias. Primero hay que conocer el insondable misterio de la lengua española con sus miles de recovecos, abismos, mareas y tormentas para luego darles orden. Después hay que conseguir que ese orden tenga belleza, adquiera el nivel poético que exige el arte.

Miguel Cocom puede darse el tiempo de eso y convertirse en un mito. “Quien escoge escribir palíndromos es un vanidoso que emprende una tarea que lo pondrá de rodillas. Un humilde insoportable”, dijo de él Ulises Carrillo Cabrera. “Debe pertenecer, también, a un grupo de neuróticos insaciables”, añade.

El cronista un día llamó a Miguel Cocom un sujeto obsesivo, bueno, todos lo somos, pero él mucho más. Y además debe habérsele secado el cerebro, como a don Alonso Quijano porque solamente alguien que se pasa “las noches leyendo de claro en claro” aprende a escribir tales cosas, claro, con la penitencia máxima de pasar a ser del orden de algo descomunal.

No. No se exagera ni se miente. Entren a Amazon y compren el libro, léanlo. Voy a citar un poema llamado Desierto a viva voz:

Allí, rector atávico. Nada de roces. 

Errada, la parte llanera se reanuda. 

Duna, eres arenal letra, paladar reseco, redada nociva, tarot, cerilla. 

Díganme si Miguel no ha perdido el seso. Busquen y rebusquen de dónde ha sacado el tiempo para escribir algo que pueda leerse al derecho y al revés y de paso emocione, capture, atrape, embelese, sorprenda, provoque.

Esa es Deidad devuelta, un poemario de palíndromos no solamente escritos con la exigencia de la técnica de un hombre que conoce el idioma, sino con el arte de un poeta capaz de llevarnos al mismísimo infierno y abandonarnos allí, en la más ardiente de las hogueras.

Y al cronista solo le asalta una pequeña duda: ¿Si el libro es de palíndromos, por qué el título no lo es? Leyendo la obra podríamos hallar la respuesta, pero eso ya dependerá de las interpretaciones que cada quien le otorgue a los textos.

Deidad devuelta se presentó anoche en las instalaciones de Púrpura analytics con los comentarios de Rosalba Robles y Ulises Carrillo bajo la moderación de Francisco Lezama. (Fotografías de Cecilia Abreu)