Por Raúl Asís Monforte González
Mérida, Yucatán, 31 de marzo de 2022.- Hoy, las corporaciones globales están sujetas a una intensa presión pública debido al escrutinio que se ejerce sobre de ellas para demostrar su legitimidad social, y eso las orilla a poner especial énfasis en la adopción de un propósito, que muestre claramente su compromiso medioambiental, social y con la gobernanza corporativa.
Ante esto, el desarrollo de una estrategia se ha vuelto un asunto complejo, ya que es necesario mostrar de manera inequívoca que se está contribuyendo activamente con la sociedad, en lugar de estar funcionando como simples entidades económicas con el único objetivo de maximizar los retornos sobre el capital invertido.
En 1958, la antigüedad promedio de las empresas listadas en el índice S&P 500 era de más de 60 años, cifra que ha caído a menos de 20 años en la actualidad. Esto indica que ya no es posible ni realista considerar como ciertos, los supuestos fundamentales de que los límites y la economía del sector industrial permanecerán estables a lo largo del tiempo. El impresionante avance tecnológico y la digitalización, han venido a revolucionar el modo como gestionamos el cambio, pero sobre todo cómo nos adaptamos a él.
Es precisamente por eso que ante un entorno complejo, dinámico, volátil e incierto, la adaptabilidad debe encontrarse en el centro mismo de nuestra estrategia. Más aún, la adaptabilidad tiene que ser justamente la estrategia.
John Henry Newman, escritor, cardenal y santo de la iglesia católica, decía que “en un mundo superior puede ser de otra manera, pero aquí abajo, vivir es cambiar y ser perfecto es haber cambiado muchas veces”.
Los líderes de los negocios exitosos de hoy necesitan cambiar el foco que hoy colocan sobre lo que es estable y pasarlo a lo que está cambiando, específicamente han de fijarse en el modo en que estos cambios podrían neutralizar las fuentes históricas de ventajas competitivas y cómo podrían hacer surgir nuevas oportunidades. Es preciso evaluar la relevancia de su estrategia actual y su sentido sostenible, identificando la forma de adaptación estratégica que resulte más apropiada para su situación particular.
Si la adaptación estratégica es de magnitud, quiere decir que necesitan fortalecer la ejecución, pero permanecer en el mismo camino. Si es de actividad, entonces es indispensable adoptar nuevas maneras de perseguir el mismo objetivo sin apartarse del camino. Y si la adaptación estratégica que se necesita es de dirección, entonces es que se necesita cambiar de camino.
Igualmente debe evaluarse la cercanía existente entre la oferta de valor y las necesidades reales de los clientes y cuanto valor social amplio genera el negocio.
En suma, el cambio no solo es inevitable y constante, sino que además es propicio para generar nuevas oportunidades. Su estricta gestión tendría que ser la estrategia que se adopte hoy mismo. Las empresas que no saben como adaptarse a él, están condenadas a perder valor y muy posiblemente a morir, y eso es algo, amigos empresarios, que no nos podemos permitir.
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