El Cementerio General de Merida, 200 años de historias

El próximo 3 de noviembre cumplirá 200 años de haberse inaugurado en la hacienda X´Coholté. Actualmente tiene 25 mil 700 bóvedas y 118 mausoleos

Por Rafael Gómez Chi

Mérida, Yucatán, 15 de julio de 2021.- Nadie sabe quién fue ni mucho menos qué proezas tuvo ni la edad al momento de su muerte, pero el teniente Felipe Trejo entró a los anales de la historia yucateca por un simple hecho: el 6 de noviembre de 1821 fue el primer cadáver inhumado en el recién inaugurado Cementerio General de Mérida, camposanto que este 2021 cumple 200 años de funcionamiento.

Imaginen la polvorienta Mérida del primer cuarto del siglo XIX. El Gobernador era el mariscal Juan María Echeverri y el obispo titular monseñor Pedro Agustín Estévez y Ugarte fue quien dio la bendición al nuevo camposanto que en aquel entonces se ubicaba a varios kilómetros de lo que hoy es el Centro Histórico, en la hacienda San Antonio X´Coholté, cuyos dueños, Joaquín de Lara y de Cámara y María de la Luz Cepeda, habían fallecido sin descendencia en 1819.

Por aquellos días Yucatán acabada de independizarse de España. Apenas el 21 de septiembre de 1821 se había firmado el Acta de Independencia de Yucatán, cuyo artículo 1 dice “que la provincia de Yucatán” se unía en “afectos y sentimientos a todos los que aspiran a la felicidad del suelo americano” y el 3 de noviembre de ese año se había inaugurado el nuevo Cementerio General.

Antes de ello, los meridanos enterraban a sus muertos en camposantos ubicados en los atrios de las iglesias parroquiales como El Sagrario de la Catedral, San Cristóbal, Santiago y El Jesús. Según Gonzalo Cámara Zavala, en el Catálogo Histórico de Mérida de 1977, citado por Limbergh Herrera Balam en El Cementerio General de Mérida: sus voces, su historia, el atrio de la parroquia de Santa Lucía se utilizó como cementerio de la capital hasta la inauguración del Cementerio General.

En aquellos años solo los ricos podían ser inhumados en el interior de la Catedral Metropolitana o en otros templos católicos.

El Cementerio General de Mérida tardó más de 30 años en concretarse. De acuerdo con Herrera Balam, en 1787 el rey Carlos III expidió una cédula real que en concordancia con los avances médicos en materia de higiene y salud pública, los cementerios debían ubicarse en las afueras de las ciudades, porque ya se consideraba una práctica antihigiénica inhumarlos en los atrios o los interiores de las iglesias.

La primera notificación la recibió el Gobernador Lucas de Gálvez entre 1789 y 1792, pero no la cumplió. Durante el gobierno de Benito Pérez de Valdelomar el viernes 5 de noviembre de 1802 dejaron de inhumarse cadáveres en la Catedral y comenzaron a realizare en Santa Lucía, donde el camposanto funcionaba desde el siglo XVIII, pero esto solo era provisional.

Las Cortes de Cádiz prohibieron el 1 de noviembre de 1813 los enterramientos dentro de poblado y en sesión del Cabildo de Mérida del 12 de julio de 1814, siendo alcalde Basilio María de Argaiz, se aprobó trasladar el camposanto a un terreno llamado Sambulá, pero no se logró porque el propietario, José del Canto encareció el predio, el cual, estaba a 400 varas de la casa de campo llamada X´Coholté, de acuerdo con lo escrito por Teodoro Alonzo Carrillo en el suplemento cultural del periódico Novedades de Yucatán del domingo 3 de mayo de 1987, citado por Herrera Balam.

Debido a lo anterior, es que el Ayuntamiento de Mérida contrata el uso de X´Coholté para cementerio en la cantidad de dos mil 500 pesos y le paga 25 pesos de honorarios al arquitecto Santiago Servian para la elaboración de lo planos, esto en 1814.

Pero se tardaron siete años en concretar el nuevo camposanto en San Antonio X´Coholté, una hacienda que no se precisa de qué tipo de ganado era y que data de 1727, siendo su primer dueño el capitán de caballos Martín de Noguera. Herrera Balam, por cierto, no puede asegurar el tamaño o la vocación de la hacienda, a pesar de haber escrito la más amplia y profunda de las investigaciones del origen del Cementerio General de Mérida.

La construcción del nuevo camposanto costó 11 mil pesos, un dineral para su época. Inició en el Gobierno de Mariano Carrillo de Albornoz y comenzó con la calzada que va de la entrada principal que da a la que hoy es la calle 81 hasta la casa principal, midiendo mil 200 metros.

Fue el 20 de febrero de 1821 que se acordó en el Cabildo de Mérida pasar un oficio al Presidente Municipal para que invite al obispo a inaugurar el nuevo cementerio, lo cual sucedió hasta el 3 de noviembre de 1821. Pero el primer entierro fue tres días después. Herrera Balam cita que en el libro número 12 de defunciones del Archivo del Sagrario de la catedral está registrado Felipe Trejo, teniente retirado viudo de Bárbara Solís, al tiempo que refiere que el último entierro en Santa Lucía fue el del párvulo Joseph Esteban Duarte, precisamente el 3 de noviembre de 1821.

La tumba de Trejo se encuentra extraviada. Nadie ha podido dar con ella, pero se supone que habría estado en la calzada que va de norte a sur, hacia lo que hoy conocen como La Casona, muy cerca del sitio donde asesinaron a Felipe Carrillo Puerto. 

En 1826 se registró en Yucatán una peste de viruela y debido a que resultaba lejos trasladar a los cadáveres hasta X´Coholté es que se emitió un acuerdo para inhumar a esas personas en sitio cercanos a la casa donde hubiera ocurrido el deceso.

El Cementerio General de Mérida tuvo inesperadas ocupaciones en 1833 y en 1855 de personas fallecidas por sendas epidemias de cólera morbus. Y durante muchos años, un cuarto de siglo, el camposanto no tuvo la funcionalidad que se esperaba de parte de las autoridades. No fue sino hasta que se quitó a la Iglesia Católica el control de los cementerios el 12 de julio de 1859 que comenzó a tomar forma. Además, se le colocó un pórtico en 1870 y en 1879 se instaló el actual.

La Rotonda de los Hombres Ilustres data de marzo de 1887 bajo el Gobierno del General Guillermo Palomino y los primeros restos depositados ahí son los del Coronel Sebastián Molas. Actualmente se encuentran ahí Felipe Carrillo Puerto, tres de sus hermanos, el ex alcalde de Mérida Manuel Berzunza y el ex Gobernador Agustín Franco Aguilar. Palomino se encuentra sepultado a varios metros de la rotonda, sobre la avenida principal.

En la actualidad, de acuerdo con Yaneth Avilés Burgos, jefa de Departamento de Panteones del Ayuntamiento de Mérida, el Cementerio General cuenta con 25 mil 700 bóvedas y 118 mausoleos, está dividido por grupos, pero la distribución es un poco irregular.

Los grupos de tumbas abarcan hasta 1949 y tienen secciones. No existe una división histórica pero la parte más vieja se reconoce por llamarse El Palomar, donde el cronista entrevistó a Tomás Quijano, uno de los sepultureros de mayor antigüedad en el camposanto.

La jefa de Panteones, Yaneth Avilés Burgos, en la entrevista

Avilés Burgos, quien conversó con el cronista en una banca soleada al frente de la casona de X´Coholté, dijo que aún se entierra gente en el Cementerio General. “Al mes tendremos unos 20 a 30. No son muchos los que hay. Los que vienen son titulares de un derecho de uso, no son dueños, no se puede fraccionar el terreno para vender, es de Servicios Públicos, lo que adquieren es un derecho de uso, algunos a perpetuidad, antes del año pasado que cambió, y los demás de uso refrendado, es cada tres años, son familiares que han recuperado algún espacio o lo han heredado como beneficiarios”.

Se calcula que del total de tumbas el 70 por ciento tienen derecho, pero se desconoce cuántas de esas personas aún viven. Solo el 30 por ciento ha podido ser regularizado. “Todos ya son derechos otorgados, no hay tumbas nuevas, la diferencia es si el familiar ya hizo un trámite, o se encuentra intestado o ya falleció”, dijo la jefa.

Pero los poseedores no tienen un límite en cuanto a depositar cadáveres en los espacios. Si hay lugar, adelante. Lo único que deben hacer es darle mantenimiento a los osarios, bóvedas, lápidas, tumbas, mausoleos y demás edificios mortuorios, porque esta acción no la realiza el Ayuntamiento de Mérida.

“Eso es responsabilidad del titular, se les invita, muchos contratan de manera externa, es una obligación. La realidad es que hay gente que viene de manera constante, dos o tres veces al mes, otros día de la madre, festivos, o no vienen, por eso hay muchos espacios”, dijo la jefa.

En el Cementerio General de Mérida trabajan 23 personas entre sepultureros, vigilantes, operativos y administrativos. El derecho que se paga por enterrar a un muerto son 215 pesos.

—¿Cuál fue tu más reciente entierro? —preguntó el cronista a Tomás Quijano el día que lo entrevistó.

—Ayer, el de un joven que se ahorcó…