Casa Cuba, la embajada gastronómica y musical de La Habana y el Caribe

Por Rafael Gómez Chi

El cronista se sentó a la mesa en Casa Cuba y se sintió en El Vedado. El aroma de la comida que el chef Ernesto Rodríguez Rosario elaboraba se sentía muy agradable, como el de un paladar en La Habana. Y eso que los guisos no eran precisamente cubanos, sino más bien criollos, caribeños.

—¿Alguna cervecita? —preguntó Tita, la mesera.

—¿Hay Cristal? ¿Tínima? ¿Bucanero?

—¡No! Lástima, no tenemos de esas, pero hay Modelo, Victoria, Tecate Light.

—Una Victoria, por favor, y una michelada.

En estos días en que los yucatecos se enfrascan en discusiones en torno a los funambulistas políticos locales sin red de protección, las elecciones, la cuarta transformación, la Navidad en familia a causa del Covid-19, el Año Nuevo y demás cosas, darse una vuelta por Casa Cuba es un alivio y una delicia para el paladar.

Carlos Alberto Sánchez te recibe con los brazos abiertos y una sonrisa que estimula el alma. Este hombre ha dedicado gran parte de su vida a refrendar ese vínculo histórico y cultural que tenemos los yucatecos con los cubanos, y pronto ambientará la escena artística y gastronómica de Mérida, debido a que pretende que en Casa Cuba no sólo se coma y se beba, sino que se escuche el son, el bolero y hasta el guaguancó.

La masa de cerdo frita con plátanos

Pretende abrir el patio de Casa Cuba en los primeros días de enero de 2021 con el grupo Rumba Life, traído directamente de La Habana, con todas las medidas sanitarias que precisa la pandemia.

—No habrá más de cien personas perfectamente acomodadas en sillas debidamente ubicada en mesas con la distancia adecuada. Estamos cumpliendo con todos los protocolos de la reactivación económica para darle a los yucatecos algo que se merecen.

Los lazos culturales entre Cuba y México se estrechan en Yucatán desde hace cientos de años. Francisco Hernández de Córdoba, uno de los encomenderos más ricos de Cuba, partió de la Isla en febrero de 1517 y se topó con la costa de lo que hoy es la península de Yucatán.

Entonces la hermandad creció y creció tanto que la comida, la vestimenta, ciertas palabras, la música y esa forma de ser de los que habitan en el Gran Caribe se fue mezclando de tal manera, que en la actualidad las fronteras entre Yucatán y Cuba son invisibles. Parecemos de allá y ellos parecen de acá.

Y Carlos Alberto Sánchez quiere, pretende, insinúa, desea, que Casa Cuba, en la calle 62 entre 51 y 53, cerca de Santa Lucía, sea ese punto de encuentro, como una especie de embajada donde la diplomacia se manifieste en la comida, en un habano, en un mojito, en un café y en las notas del son y del bolero.

Por lo pronto, el cronista ordena tres platillos, a saber, las famosas bolitas de carne, masa de cerdo frita y costillas asadas.

—El menú fue creación mía pero no quería que solo fuera comida cubana, a fin de que la clientela local pueda disfrutar algo más amplio, como de muchas naciones del Caribe —dice Carlos.

El chef Ernesto Rodríguez Rosario es el que prepara los alimentos. Trabajó antes en el famoso Café de Oriente, en La Habana Vieja, y en La Fontana. Vino a Cancún y hace unos cuatro meses arribó a Mérida.

Todo le quedó a pedir de boca, en especial, para el gusto del cronista, el mofongo, el puré y las bolitas de carne. Estaban deliciosas, con ese sabor a especias del caribe y ese aroma inconfundible de la comida que identifica esta región del mundo en el que no solo la sal y la pimienta condimentan los alimentos, sino también el comino, el ajo, el azúcar, la papa, el plátano. Y cómo no habría de ser así, si al final de todo es una mezcla de franceses, españoles, africanos, indígenas, holandeses, libaneses, orientales y demás.

Las famosas bolitas de carne cubanas

La música se oía en un estéreo, pero pronto será en vivo, porque Sánchez pretende que en el escenario que está montando en el patio, con las medidas sanitarias del caso, actúen y canten intérpretes que hoy son exitosos en Cuba, como Tania Pantoja, Beatriz Márquez, Leo Vera y Haila María Montié, quien por cierto hizo un homenaje a Armando Manzanero.

—Aquí puedes venir a echar un mojito, un habano y un café mientras te deleitas oyendo a estos cantantes —dice Carlos.

Tita se acerca de nuevo a la mesa.

—¿Un postrecito? —pregunta y ofrece opciones. El cronista elige un majarete, que es algo así como un atol, pero más dulce. Y el cronista recuerda que alguna vez leyó por ahí entre tantas cosas que México es la cuna del maíz y Cuba es su corral. ¡Asere, hasta en eso nos parecemos!