Por Luis Hevia Canto
Las elecciones del pasado 18 de octubre marcaron la tendencia que habrá de seguirse hasta los comicios del 2021. Sería un error asumir que el escenario será el mismo, pues la contienda de ahora se llevó a cabo bajo condiciones particulares. Sin embargo, sí se puede asegurar que los resultados de la semana pasada avivaron o enfriaron la moral en los partidos, lo cual invariablemente repercutirá en el juego político nacional.
Las mencionadas particularidades se refieren a que el ejercicio democrático se celebró en dos entidades, ambas gobernadas por el PRI: Hidalgo y Coahuila. Además, en la primera únicamente se renovaron ayuntamientos y en la segunda solo el Congreso local. De ese modo, pueden considerarse elecciones “pequeñas”.
Como ya es bien sabido, el Revolucionario Institucional tuvo un rotundo triunfo en ambos estados. En Hidalgo obtuvo 32 de las 84 alcaldías disputadas y en el estado fronterizo arrasó en los 18 distritos locales. Morena se consolidó como segunda fuerza en las dos entidades al ganar 6 presidencias municipales hidalguenses (más 5 mediante su coalición Juntos Haremos Historia) y cinco curules en el Congreso coahuilense por representación proporcional.
Por su parte, el PAN es considerado el perdedor de la jornada ya que pasó a tercera fuerza en ambas entidades. Se observó a un Acción Nacional distinto al aguerrido opositor que ha hecho frente al gobierno federal en el último par de años. Tal vez los blanquiazules se acostumbraron al bipartidismo de facto presente aún en algunos estados, y no sabe cómo actuar ante una tercera opción viable en las boletas.
No significa que la derrota de Morena sea menor. Su posición de poder a nivel federal le permitía tener capacidad de operación y las encuestas previas indicaban la posibilidad de un resultado más parejo. No obstante, el partido guinda tuvo dos grandes obstáculos en su camino.
El primero fue la falta de identidad del partido. A nueve años de su creación, Morena aún no se puede emancipar de su creador, Andrés Manuel López Obrador. El último par de años han sido complicados para el partido guinda pues, como el presidente tiene que mantenerse al margen por su cargo, carecen de un proyecto sólido. Bien dijo Porfirio Muñoz Ledo cuando se dieron a conocer los resultados de Hidalgo y Coahuila que serían distintos si AMLO hubiese participado en la campaña; probablemente sí, pero hubiera configurado un acto plenamente antidemocrático.
El segundo hace referencia a los pleitos internos de este partido. Previo a las elecciones de la semana pasada, Morena se encontraba fracturado por la pugna entre Porfirio Muñoz Ledo y Mario Delgado. Esto ocasionó que los cuadros guindas se enfrascaran en sus propios conflictos, y descuidaran sus labores de operación electoral.
Este debería ser un llamado de atención a esta militancia para procurar la unión y disciplina en su organización, aunque parece ser un escenario complicado. Quienes están detrás de las confrontaciones tienen en la mira la próxima candidatura a la Presidencia de la República. Debido a que el objetivo es muy grande, seguramente ningún interesado se rendirá sin antes dar guerra.
Ahora bien, la victoria del Revolucionario Institucional sin duda es de gran importancia, pero podría serle contraproducente debido a su contundencia. Los ojos de todos estarán postrados sobre los ganadores para buscar algún error y reprocharlo con dureza antes de los próximos comicios electorales.
Los nuevos presidentes municipales y diputados locales deberán ser sumamente cautelosos en su actuar y no dar pie a acusaciones por corrupción o abuso de poder. Particularmente, será necesario que los legisladores tengan especial cuidado en su gestión, pues deberán procurar prudencia en sus formas para no proyectar un congreso local sumiso al ejecutivo estatal.
Muchas de las personas quienes el próximo año podrían votar por ellos lo harán en respuesta al acaparamiento de poder que ha caracterizado a Morena en estos dos años. Es indispensable que el tricolor deje a un lado sus formas autoritarias, y se enfoque únicamente en mostrar su rol como creador y procurador de instituciones democráticas.
De igual forma, al PRI le toca estudiar a profundidad las razones de su triunfo en ambas entidades. El tricolor tiene relativamente claro qué hizo para ganar, lo que debe descubrir es qué pensaron las personas quienes votaron por él. Sería un error garrafal salir a las elecciones del 2021 con un discurso arrogante, el cual en algún momento pudo haber brindado seguridad a los mexicanos, pero hoy ya no es vigente.
Los procesos de Hidalgo y Coahuila no serán un reflejo de lo que habrá de suceder en las elecciones intermedias del próximo año, pero sí generaron una narrativa la cual definirá esta próxima contienda. El PAN se vio débil y perdido, necesita un drástico cambio de rumbo para poder competir “con los de arriba” en 2021. Morena pareció un partido sin cohesión y cuyos conflictos internos le distraen de cumplir el objetivo de ganar elecciones. Finalmente, el PRI deberá procurar no dejarse llevar por su triunfo pues, así como puede ser usado para comprender las necesidades electorales actuales de la población, también puede servir para justificar el uso de prácticas o mensajes de antaño que ya no son aceptados por los mexicanos.