Por Rafael Gómez Chi
Los brujos del agua regresaron.
Unos texanos fueron los primeros turistas en pisar el suelo sagrado de la boca del pozo de los itzáes.
El alba despuntó con el sonido del caracol y el tunkul.
La ciudad sagrada de Chichén Itzá amaneció con turismo. En el albor del nuevo día, las autoridades decidieron que ya era hora de mostrar de nuevo sus atractivos.
Por estos días el halo de Kukulcán se pasea de arriba a abajo, directo al cenote sagrado, donde ya no hay doncellas.
El fenómeno arqueoastronómico de luz y sombra en la alfarda norte de El Castillo en el atardecer del día de la llegada del otoño pudo ser observado, de nuevo, por el hombre.
Aquí termina el verano. La cosecha aguarda a ser recogida.
Pero Chichén Itzá, por de pronto, no será ese sitio masificado por el turismo, debido a la pandemia. Su reapertura precisa de nuevas medidas que los brujos del agua hubieran conjurado lanzando niños al cenote sagrado.
A la falta de niños para sacrificar, los turistas se ponen gel antibacterial mientras una cámara térmica les toma la temperatura corporal, como medidas de prevención ante el Covid-19.
Han sido seis meses en silencio. Sin las voces de esa Babel que suele ser la zona arqueológica que el año pasado recibió 2.5 millones de visitantes.
Ahora el límite de aforo será del 30 por ciento para cualquier evento si el semáforo sigue en naranja. Es decir, se permitirán máximo tres mil de las aproximadamente 10 mil que recibía Chichén Itzá a diario.
Sólo los pájaros y las fieras del monte, las mariposas y las luciérnagas, han paseado a sus anchas el territorio que Edward Herbert Thompson compró en 1894, cuando se adjudicó la hacienda Chichén Itzá.
Felipe Carrillo Puerto construyó la carretera de Mérida al entonces pueblito de Pisté, en el actual municipio de Tinum.
Así, la ciudad fundada en el año 500 después de Cristo, poco a poco fue rescatándose con numerosos trabajos arqueológicos hasta que en 1988 fue declarada Patrimonio de la Humanidad.
Por entre disputas sobre la propiedad del terreno, conciertos que fueron desde el bel canto hasta el glam rock, Chichén Itzá y sus brujos han tenido de todo.
La más reciente disputa fue por los cientos de vendedores ambulantes, muchos de las cuales se dicen herederos de los mayas, pero que comercian figuritas elaboradas en la República Popular de China.
Precisamente se discutía eso cuando inició una pandemia que arrinconó a la humanidad y la desafió.
Fueron seis meses sin visitantes, en silencio. Entonces los brujos del agua descansaron. Las aves, las fieras, los insectos recuperaron el monte y volvieron por sus fueros.
Este martes 22 de septiembre unos texanos fueron los primeros en entrar de nuevo al agua de los brujos. Antes lo hizo la prensa con las autoridades para checar medidas sanitarias.